Lugar de nacimiento de Edgar Neville |
Edgar Neville Romrée, IV Conde de Berlanga del Duero, nació en Madrid el 28 de diciembre de 1899, en la calle de Trujillos. Su padre fue Edward Neville Riddlesdale, ingeniero inglés que se ocupaba en España de los negocios de la empresa de motores de su padre, afincada en Liverpool, Julius G. Neville & Co (posteriormente Sociedad Anglo-Española de Motores); su madre era María Romrée y Palacios, hija del conde de Romrée y de la condesa de Berlanga de Duero, título que él mismo heredaría.
Pasa su infancia en la casa palaciega que sus abuelos, los Romrée, poseían en la valenciana localidad de Alfafar, lugar que siempre recordaría como uno de los más felices espacios de su niñez.
Vivió también en La Granja de San Ildefonso (Segovia) y cursó estudios en el colegio del Pilar, donde se relacionó con quienes constituirían parte de la intelectualidad futura. Desde muy pronto mostró afición a las letras.
Edgar Neville en 1936 |
Siempre le atrajo el carnaval, afición que con el tiempo llevaría a sus películas. Estrenó en 1917 La Vía Láctea con la compañía de La Chelito, una comedia a lo "vaudeville" en medio acto. En ese tiempo conoce al humorista y dibujante Tono, uno de sus mejores amigos.
Cursó estudios de Derecho sin mucho entusiasmo, pues pronto mostró afición por el teatro. Tras el desengaño amoroso con una joven actriz de la época, se alistó con los húsares que se destinaban a la Guerra de Marruecos. Duró poco en el Protectorado, pues a raíz de una enfermedad es devuelto a España. Restablecido, participó en las célebres tertulias del Café Pombo, donde conoce a José López Rubio.
Marchó a Granada, donde consiguió terminar sus estudios de abogado. En la ciudad de la Alhambra entabló amistad con el poeta Federico García Lorca y con el músico gaditano Manuel de Falla, con quien compartió su pasión por el flamenco y las letras.
Casó con la malagueña Ángeles Rubio-Argüelles y Alessandri. La pareja vivirá en la calle Alfonso XII, en una casa que le decora su amigo el arquitecto Carlos Arniches Moltó, al que no hay que confundir con Carlos Arniches Barreda, su padre y afamado comediógrafo. En esta época viajó frecuentemente a Málaga, donde la editorial Imprenta Sur le publica sus primeros libros. Por entonces entabló amistad con el pintor Salvador Dalí y los poetas Manuel Altolaguirre, Emilio Prados o José María Hinojosa, todos ellos pertenecientes a la Generación del 27.
Charlie Chaplin, Ray Miller y Edgar Neville saliendo del California Internacional Theatre, de Los Ángeles. 1929 |
Con el ánimo de conocer mundo ingresó en 1922 en la Carrera Diplomática. Tras varios puestos en el extrajero, fue destinado como Secretario de Embajada en la Embajada en Washington. También viajó a Los Ángeles, lugar que le atrajo por las posibilidades que le ofrecía para introducirse en el mundo del cine. Logró entablar amistad con Charles Chaplin, quien le contrató como actor de reparto en su película Luces de la ciudad, donde hacía el papel de guardia. Chaplin le abre caminos y la Metro Goldwyn Mayer lo contrató como dialoguista y guionista, ya que en la época se rodaban versiones en español con destino al mundo hispano. Una vez consolidado como residente en Hollywood, comenzó a atraer a la meca del cine a muchos de sus amigos: José López Rubio, Eduardo Ugarte, Tono, Luis Buñuel y Enrique Jardiel Poncela entre otros.
Edgar Neville con Charlie Chaplin |
En los años 1930 se separó de su esposa, y se relacionó sentimentalmente con Conchita Montes, una aristócrata intelectual y artista bien relacionada. Gracias en parte a ella, escapó de ser fusilado en los primeros momentos del golpe de estado que condujo a la Guerra Civil. Escapó a Londres, estableciéndose más tarde en una residencia que su familia posee en San Juan de Luz, en el país vasco-francés. En 1937 se unió al ejército franquista como reportero de guerra. En calidad de tal estuvo presente en el frente de Madrid, la batalla de Brunete y la toma de Bilbao, donde pudo filmar pavorosas escenas de la contienda que le producen hondo impacto. Escribe también guiones de películas de carácter propagandístico como Juventudes de España (1938), La Ciudad Universitaria (1938) o Vivan los hombres libres (1939) y Carmen fra i rossi (1939). Terminada la guerra inicia su actividad cinematográfica y teatral, alabada por todos los críticos de entonces y publica su obra "Frente de Madrid", obra vista desde las trincheras que rodeaban Madrid.
Edgar Neville, con José López Rubio y Eduardo Ugarte. 1940. |
Acabada la guerra, y guiado por su amigo Ricardo Soriano Sholtz Von Hermensdorff, Marqués de Ivanrey, adquirió una residencia en Marbella a la que, por nostalgia de sus días en California, llamó "Malibú." Allí se instaló con su compañera Conchita Montes. Su ya mencionada afición por la gastronomía fue lo que puso en peligro su salud, pasando por varios tratamientos y clínicas de adelgazamiento. Murió en Suiza, en 1967, en pleno tratamiento de su obesidad.
Edgar Neville durante el rodaje de 'El último caballo' (1950) |
Hombre exquisito, de múltiples talentos y aficiones, aprovechó todo cuanto pudo ofrecerle su época.
Debido a su adscripción al bando nacional y a que su actividad fue desarrollada en la industria del entretenimiento, y cultivando sobre todo el humor, no fue incluido por lo general entre la nómina de intelectuales de la Generación del 27, como les ocurriría también a sus amigos escritores falangistas, como Miguel Mihura, Tono, Enrique Jardiel Poncela, Álvaro de la Iglesia... Tanto Edgar como ellos optaron por un humor no comprometido políticamente, que cultivó en todos los géneros: teatro, poesía, novela, cine, pintura... Desde sus posiciones de privilegio criticaban sin aspereza las costumbres de la misma burguesía de entonces, como la cursilería y absurdo. Junto con Tono, Antonio Mingote y Mihura escribe en la revista de humor La Codorniz, sucesora del semanario La Ametralladora, que Mihura publicó en San Sebastián. Destacó sobre todo como director de cine. La vida en un hilo obtuvo un gran éxito. Se gestó primero como película y más tarde fue convertida en comedia musical por su hijo Santiago. Es una reflexión risueña sobre los mecanismos del azar, a la vez que un alegato contra la burguesía entendida como enfermedad del alma, contra la cursilería y contra la estrechez de miras disfrazada de sentido común. También fue un gran éxito la obra teatral El baile, que se mantuvo en cartel durante siete años. Trata de un trío amoroso que triunfa sobre el tiempo y las generaciones. Llevada al cine, se distinguía por sus ágiles y brillantes diálogos, donde alternan ternura y disparate. Además de El baile, estrenó otras comedias en teatro como Margarita y los hombres (1934), Veinte añitos (1954), Rapto (1955), Adelita (1955), Prohibido en otoño (1957), Alta fidelidad (1957) o La extraña noche de bodas (1961), así como la adaptación teatral de La vida en un hilo en 1959.
Edgar Neville con Conchita Montes en 1960 |
Cultivó también otros géneros cinematográficos, como el cine policíaco español, con obras como La torre de los siete jorobados (1944) o El crimen de la calle Bordadores (1946). En cuanto al musical, dejó una valiosa película documental sobre el estado del flamenco a la altura de 1952 titulada Duende y misterio del flamenco.
Un hombre de cine
29 créditos como director y más de 40 como guionista. Edgar Neville fue ante todo un hombre de cine. Su aprendizaje comenzó en Hollywood que lo fascinaba y que visitó aprovechando su trabajo en la embajada de Washington. De ahí surgió una amistad con un genio del siglo XX, nada menos que Charles Chaplin. Asistió al rodaje de Luces de la ciudad y luego mantuvo correspondencia con el genio.
Todo ese aprendizaje en la meca del cine cimentó su larga carrera cinematográfica, como indica Santiago Aguilar, experto en el cine de Neville y autor de Edgar Neville: tres sainetes criminales: "Se encuentra con que los grandes estudios se están transformando en factorías de películas habladas y el doblaje no existe. Neville trabaja en la Metro-Goldwyn-Mayer como adaptador y supervisa la versión española de El presidio (1930), una de las más exitosas de aquellas operaciones no siempre afortunadas. Allí traba amistad con Harry d’Abbadie d’Arrast, antiguo ayudante de Chaplin, y se lo trae a España para rodar una versión trilingüe de El sombrero de tres picos, titulada en español La traviesa molinera (1935). Hoy está perdida, pero todos los historiadores coinciden que fue uno de los títulos más notables del cine de la República".
Para Aguilar, a pesar de la fama que goza su contribución al cine fantástico español, La torre de los siete jorobados (1944), su mejor película es la adaptación de su obra de teatro La vida en un hilo: "Pero si hay que elegir una película definitiva, la que da su talla como creador cinematográfico, me quedo con La vida en un hilo (1945), una comedia screwball también con ribetes fantásticos que resiste perfectamente la comparación con las de Howard Hawks y Preston Sturges".
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