Pablo Antonio José de Olavide y Jáuregui (Lima, Perú, 25 de enero de 1725 – Baeza, Jaén, 25 de febrero de 1803) fue un escritor, traductor, jurista y político español. Desarrolló exitosas empresas de colonización en España conocidas como las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena. Fue procesado y condenado por la Inquisición española en 1778, aunque logró evadirse exiliándose en Francia.
Retrato de Pablo de Olavide grabado por Juan Moreno Tejada antes de 1805 |
Hijo del comerciante Martín José de Olavide y Albizu (1686–1763), natural de Lácar (Navarra) y de su segunda esposa, Ana María Teresa de Jáuregui y Ormaechea Aguirre. Estudió en el Colegio Real de San Martín deLima, regido por los jesuitas. En 1740 se licenció en Teología por la Real y Pontificia Universidad de San Marcos. Fue catedrático de la misma en 1742 y oidor de la Real Audiencia de Lima en 1745, con apenas veinte años.
Tras el terremoto del 28 de octubre de 1746, que destruyó Lima y fue la causa de la muerte de su familia, fue nombrado por el propio virrey Manso de Velasco administrador de los bienes de los fallecidos, especialmente de las obras pías venidas al suelo por el seísmo; fue acusado de haber tomado dinero para obra impía, como la construcción del Teatro. Se fugó a España dejando cuantiosas deudas, Olavide argumentó la muerte de su padre para evitarse problemas con la justicia.
Escenificación del terremoto-maremoto del Callao de 1746 |
Llega a España en 1752, e inmediatamente ingresa en la Orden de Santiago, pero la fortuna no le es propicia y se le ordena encarcelar en 1754 por orden del fiscal de Lima por la corrupción de la administración colonial. Estuvo en libertad provisional hasta el archivo de la causa en 1757 tras ser apartado de todas sus responsabilidades públicas en las colonias. En el ínterim, se casó en 1755 con una viuda rica, Isabel de los Ríos y visitó Italia, pero sobre todo estuvo en Francia ocho años y se introdujo en los más selectos salones de la época, haciendo amistad con Voltaire (quien le llamó «el español que sabe pensar») y Diderot, deviniendo en un ferviente y perfecto afrancesado. Al volver a España, funda una cultísima tertulia ilustrada en su casa, a la manera de los salones franceses. Un amigo y confidente importante era oriundo de Quito, don Miguel de Gijón y León (1717—1794).
En 1768 la Inquisición española comienza a seguir la pista de Olavide por un envío de libros prohibidos provenientes de Francia. A través de Campomanes, al que conoce en 1762, el Conde de Aranda le incorpora a tareas en el gobierno, en 1766. Su reconocimiento en la España ilustrada de la época le llevan al ayuntamiento de Madrid en 1767. Como en 1765 se vieron prohibidos los autos sacramentales y el gobierno quería reformar el teatro y depurar la escena en sentido neoclásico, Olavide colaboró traduciendo y adaptando obras neoclásicas francesas que, sin embargo, iban destinadas a un público selecto en los Sitios Reales y no llegaba al pueblo.
Monta una tertulia y teatrillo en su domicilio donde se representan obras traducidas por sus amigos y traduce él mismo obras francesas para satisfacer la demanda de los petimetres: Ninette à la Cour, de Duni, y Le peintre amoureux de son modèle, de André Grétry. Pero su mayor contribución a este repertorio está formada por tragedias francesas: Mithridate y Phèdre, de Jean Racine; Le joueur, de Jean François Regnard; Hypermenestra (representada en 1764) y Lina, de Antoine Marin Lemierre; Zelmire, de Dormont du Belloy (representada en el Teatro del Príncipe en 1785); Olympie, Zayre y Mérope, de Voltaire (esta última por la traducción italiana de Maffei), y Le déserteur, de Michel Jean Sedaine, entre otros. Especial devoción tuvo por Racine y Voltaire; éste último fue sin duda el autor francés más traducido por Olavide, a quien conocía personalmente.3Carlos III le encomendará los proyectos de colonización en diversas zonas del sur de España, siendo nombrado Intendente de Sevilla y del Ejército de Andalucía y Superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía. Con este nuevo cargo comienza a planificar una reforma al modelo del despotismo ilustrado en el comercio, los asentamientos, la defensa y promoción de la cultura, abriendo la primera escuela de arte dramático de España y la desposesión de privilegios, con la reorganización de algunas zonas urbanas de la ciudad. Su fama se extiende por toda la Corte. Posteriormente emprende lacolonización de Sierra Morena de conformidad con el Fuero de las Nuevas Poblaciones de 1767, en un magno proyecto de más de 40 años para el que contó con amplios poderes y el apoyo de Campomanes y las propiedades confiscadas a los jesuitas.
Pablo de Olavide con su perro Galileo frente a su Palacio de La Carolina |
Sin embargo, toda esta empresa quebró al aparecer la Inquisición española con quien tenía cuentas pendientes. En 1775 se le abrió proceso inquisitorial por haber sostenido ciento veintiséis proposiciones heréticas entre las cuales dice un biógrafo que «había muchas exactas si bien otras eran impertinentes, tales como haber defendido el sistema de Copérnico y haber prohibido en las colonias que se tocasen las campanas a muerto, para que no se abatiese el ánimo de los pobladores que diariamente diezmaban la peste». Ingresa en prisión a fines de 1776 y se señala para ver la causa de Olavide el día 24 de noviembre de 1778.
Olavide fue acusado por sus delatores, según Emilio La Parra y María Ángeles Casado, "de cuestionar la potestad legislativa de la Iglesia, leer libros prohibidos, negar la causa sobrenatural de los milagros, dudar sobre la existencia del infierno, etc.". La Inquisición lo declaró "convicto, hereje, infame y miembro podrido de la religión" y lo condenó a la pena de destierro, a la reclusión por ocho años en un convento, laconfiscación de sus bienes y a la inhabilitación para desempeñar un cargo público, que se extendió a sus descendientes. La sentencia y la condena fue dada a conocer en un autillo, un tipo de auto de fe de la Inquisición española que tenía lugar en los locales de la Inquisición y al que sólo asistían personas expresamente convocadas por el tribunal, la mayoría de las veces "para que escarmentaran en cabeza ajena lo que pudiesen temer igual suerte", según Joaquín Lorenzo Villanueva, buen conocedor de la Inquisición en aquella época. Se celebró en la sala de la Inquisición de Corte de Madrid y fueron invitadas 40 personas destacadas, muchas ellas miembros de los Consejos de la Monarquía, aristócratas y clérigos. El autillo de Olavide fue probablemente el de mayor repercusión pública en la historia de la Inquisición, tanto en España como en el resto de Europa, lo que contribuyó a desprestigiar a la institución, ya que coincidió en el tiempo con el último auto de fe general celebrado en España. Tuvo lugar en Sevilla en 1781 y en el mismo una mujer fue condenada a muerte por fingir revelaciones divinas y de mantener relaciones sexuales con sus sucesivos confesores (uno de los cuales fue quien la delató, por lo que fue condenado por el delito de solicitación). Terminado el auto de fe, fue relajadaal brazo secular y luego estrangulada con garrote vil y quemada en la hoguera.
Carboneros, colonia de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena |
Algunos historiadores han señalado que Olavide fue procesado porque el rey Carlos III lo permitió. La razón, según José Luis Gómez Urdáñez —citado por La Parra y Casado—, fue que el rey quiso dar un aviso a los "heterodoxos" de que las innovaciones tenían límites así como cierta libertad de costumbres.
Levantada la excomunión por el inquisidor decano después de que hubo firmado la protestación de fe, durante la reclusión en el convento no podía leer más libros que el Símbolo de la fe, de Luis de Granada (quien curiosamente también tuvo problemas con la Inquisición) y El incrédulo sin excusa del padre Señeri. Estuvo dos años en reclusiones conventuales en diversos lugares de España, hasta que el inquisidor general Felipe Bertrán le concedió permiso para salir a tomar baños, ocasión que Olavide aprovechó para huir de Caldas en Gerona a Francia.
En Francia lo acogerán sus amigos Voltaire y Diderot. Vive entre Toulouse, Ginebra y París, ocultando su verdadera identidad para evitar su extradición, bajo el nombre de Conde de Pilos. Frecuenta amigos de la nobleza ilustrada y de autores notables como los citados enciclopedistas, pero también D’Alembert, Condorcet, Marmontel. Vive con fasto, pues goza de holgada situación económica gracias a la fortuna de su esposa y algunos prósperos negocios que le permiten alternar con influyentes aristócratas. Da muestras de su afición a la lectura, a la tertulia intelectual y al juego de cartas, frecuentando los salones del Conde Dufort de Cheverny, del señor de Moley y de Madame du Barry, la ex-amante de Luis XV. Una aureola de pensador y hombre culto e ingenioso lo hace atractivo, al punto que se interesan por él Catalina II de Rusia, artistas y sabios como el explorador La Pérouse y Francisco Mesmer, el autor de la teoría del magnetismo animal y de otros hallazgos de gran resonancia en su época. Olavide participa de sus experimentos en el castillo de Cheverny, centro de reunión de aristócratas "realistas". También organiza representaciones de marionetas, de pequeñas piezas teatrales al estilo italiano y adaptaciones de obras célebres como El mágico prodigioso de Pedro Calderón de la Barca. Alterna esas tertulias con visitas al castillo de la Malmaison, adquirido por el conde de Moley, donde se reúnen aristócratas de otro sector, los "patriotas", esto es, reformistas, donde pudo alternar con el famoso abate Delille y el norteamericano Morris.
Asiste con curiosidad y algún entusiasmo a los primeros pasos de la Revolución francesa, pero reprueba la violencia y la ejecución de los reyes le hace pensar. La Convención le confirió varios cargos y le dio el título de ciudadano adoptivo de la república francesa. Durante el Terror se retiró a un pueblo llamado Meung, y el Comité de Salvación Pública dispuso su prisión, y fue conducido la noche del 16 de abril de 1794 a la cárcel de Orleans. Allí comenzó a madurar la obra que se publicó en Valencia en 1797 titulada El Evangelio en triunfo, una rectificación de sus ideas compuesta al parecer para poder volver a España. En 1795 se traslada de Meung al castillo de Cheverny, donde reside hasta 1798. Serán estos años de creación más intensos. Escribe entonces los cuatro volúmenes de El Evangelio en Triunfo y gran parte de sus diecisiete novelas cortas. Parece que entre 1797 y 1798 estuvo vinculado a los tratos mantenidos por el venezolano Francisco de Miranda con el norteamericano John Quincy Adams, el inglés William Pitt y el exjesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán para elaborar un plan destinado a lograr la independencia de Hispanoamérica.
Iglesia de San Pablo. Baeza. En la cripta los restos de Pablo Olavide |
En 1798 regresa a España invitado por Carlos IV que le amnistía de todas sus condenas y le concede una pensión. Volvió entonces tras diecisiete años de exilio en Francia, «con el cuerpo desastrado y el alma reconfortada». Ya tenía escrita una famosísima pseudoautobiografía, en realidad una novela epistolar, El evangelio en triunfo o Historia de un filósofo desengañado (Valencia, Hermanos Orga, 1797, cuatro vols.), que en breve tiempo sumó dieciocho ediciones y fue traducida al inglés, al alemán, al italiano, al portugués y al ruso. En un lapso de casi medio siglo fue uno de los libros más difundidos en Europa y en América y constituyó uno de los mayores éxitos editoriales de la época, si bien la censura le hurtó los cuatro capítulos finales, donde el autor expone su desencanto ante la deriva que había tomado la Revolución francesa.
Un destino tan triste como inestable, me condujo a Francia, mejor hubiera dicho me arrastró. Yo me hallaba en París el año de 1789; y vi nacer la espantosa revolución que en poco tiempo ha devorado uno de los más hermosos y opulentos reynos de la Europa. Yo fui testigo de sus primeros y trágicos sucesos y viendo que cada día se encrespaban más las pasiones y anunciaban desgracias más funestas , me retiré a un lugar de corta población. Mas ya la discordia, el desorden y las angustias se habían apoderado de los rincones más ocultos (...) Cuanto más pienso en este inesperado suceso de Francia, tanto más me sorprendo y me confundo. Nada podrá anunciar tan repentino y absoluto trastorno. Porque, señores no nos engañemos, esta revolución no ha sido como ninguna de las otras (pues) ataca al mismo tiempo el trono y el altar.
Con la técnica del «manuscrito encontrado» que se da a la imprenta realizó una falsa autobiografía mezclada con una defensa de la religión y en realidad es una mezcla confusa de diversos géneros literarios: la (pseudo) autobiografía, la correspondencia, la polémica filosófico-religiosa, la apologética, la predicación, el catecismo y hasta la suma teológica. Incluso algún resabio de comedie larmoyante o drama lacrimógeno, ya que el tema del duelo (que transforma al filósofo protagonista de El Evangelio en triunfo en homicida, lo que provocará su huida del mundo, y luego su conversión); aunque no es más que la copia casi literal de una «obrita» que «tenía a la mano», no deja sin embargo de recordar el drama escrito por Jovellanos en Sevilla, El delincuente honrado.
Plaza de Olavide. Madrid |
Olavide compuso tras tan formidable éxito veinte novelas cortas que publicó en Madrid, en 1800 en su mayor parte, bajo el seudónimo de «Atanasio de Céspedes y Monroy» en la colección Lecturas útiles y entretenidas de su editor de entonces Doblado, y con otros editores de forma póstuma. Son muchas de ellas adaptaciones de originales franceses: El fruto de la ambición es Félix et Pauline ou le tombeau au pied du Mont-Jura, de Pierre Blanchard; Los peligros de Madrid, Germeuil, de Baculard d'Arnaud; y El amor desinteresado, Ernestine, de Madame de Riccoboni. Estaban destinadas a probar verdades morales y señalar normas de conducta, algunas de ellas ya inclusas en El Evangelio en Triunfo, como los relatos de Mariano y Teodoro. El incógnito o el fruto de la ambición, Paulina o el amor desinteresado, Sabina o los grandes sin disfraz, Marcelo o los peligros de la corte, Lucía o la aldeana virtuosa, Laura o el sol de Sevilla y El estudiante o el fruto de la honradez, en las que se presenta de un lado, el efecto perturbador de las pasiones —el juego, la ambición, los celos, la doblez espiritual, etc.— y de otro lado, la belleza y los atractivos del campo, y el efecto benéfico de los nobles sentimientos: la prudencia, la honradez, la fidelidad, etc. Muchas de ellas fueron compuestas en su retiro de Baeza, donde le sorprendió la muerte en 1803.
Precioso blog Jesús, enhoranuena!! Te invito a que visites mi web www.fotoviajero.com donde divulgo el arte medieval. Saludos!!
ResponderEliminarBuenas noches. Muchas gracias por tu comentario, visitaré tu blog ya que me encanta el arte medieval y seguro disfrutaré con las entradas que allí dedicas.
EliminarUn saludo