El día 9 de febrero de 1851
amaneció frío en Madrid. Desde las ocho de la mañana de aquel día, los
madrileños aguardaban pacientemente en la estación de Atocha y sus alrededores
el que iba a convertirse en uno de los acontecimientos claves de la Modernidad:
el primer viaje de tren entre Madrid y Aranjuez. Según las crónicas oficiales
de la época, la gente no sólo se concentraba en la capital de España, sino que
la escena se repetía en todas aquellas localidades que iban a ser visitadas por
este primer convoy ferroviario.
Fue una auténtica fiesta: coros y
bandas populares amenizaban la espera a las multitudes, que se entretenían
mientras tanto observando a la Familia Real (con Isabel II a la cabeza),
testigos de honor de la histórica fecha. Ministros, periodistas, autoridades
eclesiásticas, dirigentes militares y literatos se mezclaban con el curioso
pueblo llano, deseoso de no perderse ni un detalle de cuanto estaba teniendo
lugar. Todo estaba planeado al detalle: no faltó ni la pertinente bendición de
los raíles y las locomotoras. Siete fueron las locomotoras elegidas para
emprender este histórico viaje. En ellas, varios cientos de personas (nobles y
algún que otro plebeyo), elegidas para vivir in situ la emoción del viaje. A
las 12 horas y 20 minutos sonó el silbato de la máquina de vapor, anunciando
que la original comitiva comenzaba su marcha.
Estación de Aranjuez |
Cincuenta y cuatro minutos
tardaron las locomotoras en recorrer los 50 kilómetros que separan Madrid de
Aranjuez, todo un logro para una época en la que el ferrocarril era el medio de
locomoción más eficaz que se conocía hasta la fecha.
Grabado tren Madrid-Aranjuez |
El proyecto nació gracias al
tesón del marqués de Salamanca, quien convenció a la reina Isabel II de la
rentabilidad del ferrocarril, relacionado directamente con el desarrollo de las
escasamente explotadas infraestructuras del país.
Aranjuez. Embarcadero |
El objetivo de este primer
ferrocarril madrileño era llegar al mar. Durante los primeros años, esta línea
férrea transportaba a 690 personas en cada uno de sus tres viajes diarios. Pero
había que tener bien presentes las diferencias de clase: de cuatro reales que
costaba el pasaje en cuarta clase, se disparaba a los 20 que había que pagar
por un billete de primera.
Interior de uno de los vagones |
Con todo, esta novedad
ferroviaria tuvo varias consecuencias. La más inmediata fue que la localidad de
Aranjuez pasó a ser el camino más directo para poder llegar al sur de la
Península, algo que todavía se mantiene, 150 años y muchas alternativas más
después.
"La línea de ferrocarril
Madrid-Aranjuez se inauguró el 9 de febrero de 1851 por el eminentísimo
cardenal de la Iglesia romana, señor Bonel y Orbe. El acto solemne consistía en
desfilar por delante del altar las locomotoras. Así , y una a una, recibieron
todas la bendición, y la recibieron también los ferrocarriles, el camino mismo.
La locomotora Isabel II iba engalanada con guirnaldas que empañaba el vapor.
Parecía que el cardenal daba su bendición a un volcán en que nacían flores. La
Iglesia los bendecía por uno de sus príncipes, el señor arzobispo de Toledo,
eminentísimo cardenal de la Iglesia romana, señor Bonel y Orbe. En este
venerable anciano, con su rostro de bondad suma, no parecía sino que nos
bendecían también las generaciones que pasaron. Costumbre es esta muy
plausible. En toda Europa se pide en semejantes casos que caigan sobre ese gran
progreso las bendiciones del cielo, sin las cuales todo es nada. Ese y otros
progresos, si bien se miran, son para la religion un regocijo. ¿Quién mas que
ella ha enaltecido al hombre, y le hace y le proclama en la economía de la
creacion un sér aparte y soberano? ¿Y quién, despues de esa verdad sublime, le
enseña sin contradecirse otra verdad, que no lo es menos: la vanidad de su
poder? Porque si es grande y noble aquel principio, grande y noble es, y de mas
utilidad práctica , el de la humildad, que alcanza á donde quiera que viva el
hombre, que no necesita para su demostracion ni capitales, ni niveles, ni obras
hercúleas, y que produce tambien por sí esa riqueza moral que se llama
resignacion y contento. Por eso la Iglesia nos socorre en la afliccion y nos
acompaña en nuestras dichas. El hombre no ideará jamás un progreso verdadero
sobre el cual no puedan caer las bendiciones y la consagracion católica. Y
nótese que cuando otros progresos nacen, ignoramos su porvenir. De este ya le
salemos. Poco há que nació y ya es un gigante. Niño aun entre nosotros, y
acabando de recibir su bendicion, del primer paso unirá á Madrid con Aranjuez. Concluida la angusta ceremonia de
la Iglesia, salió el convoy real para Aranjuez á las doce en punto. Para el
transporte de mil convidados se habian dispuesto otros dos convoyes que
salieron con el intervalo necesario. A un mismo tiempo habia sobre el
ferro-carril , carruajes con senadores , carruajes con diputados, carruajes con
tribunales, carruajes con clero, carruajes con ministros. Aquello era ver la
"Guia en acción". Un millar de convidados iba al
sitio; miles y miles se quedaban. La despedida tuvo que hacerse en escala
inmensa. El convoy real partia con SS. MM. saliendo de entre la inmensa
concurrencia del embarcadero, y con la emocion profunda de un momento solemne,
y entre los vítores del pueblo , y el ruido de tanta máquina , no pocas señoras
mas impresionables que nosotros y que saben que pueden ser adorno las lágrimas,
celebraban con ellas ver á Madrid que corría en vapor como á to mar posesion
del real sitio. La tranquila anexión iba á consumarse."
Texto extraído de la Revista
Universal
Tren de la Fresa
El Tren de la Fresa es el nombre que recibió el segundo ferrocarril de la Península Ibérica (9 de febrero de 1851), que unía Madrid con Aranjuez, tras el de Barcelona-Mataró (1848). Se trata, sin embargo, de la tercera línea ferroviaria en España, pues el 10 de noviembre de 1837 se había inaugurado el ferrocarril entre Güines y La Habana, en Cuba (por aquel entonces todavía española).
Grabado coches Madrid-Aranjuez |
El Marqués de Pontejos presentó un proyecto de camino de hierro que, bajo el patrocinio del Marqués de Salamanca, fue finalmente inaugurado por la reina Isabel II. La propia monarca cedió gustosamente terrenos de su propiedad, al oeste del Palacio Real, para la entrada del ferrocarril en Aranjuez. Para llevar a cabo la línea, se tuvieron que salvar diversos accidentes geográficos, con la construcción de sendos puentes sobre los ríos Jarama y Tajo. La importancia estratégica de la línea era elevada, pues suponía el primer paso del ferrocarril desde Madrid a Andalucía y Levante.
Coche del tren Real que la compañía M.Z.A. preparó para Isabel II, 1864 |
Se construyó una estación término, hoy desaparecida, frente a la fachada occidental del Palacio Real de Aranjuez, a la que se añadiría años después otra estación al sudoeste del casco antiguo de la ciudad, en la que paraban los trenes destino a Cuenca, tras la prolongación de la línea a esta ciudad en 1883. Ambas fueron sustituidas por otra estación, construida en 1923, y que actualmente sigue en uso. Hasta la creación de Renfe en 1941, dicha estación pertenecía a la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante (MZA), como muestran los mosaicos decorativos existentes en su vestíbulo.
Tren de la fresa |
Creado en una época en la que los trenes eran tirados por locomotoras de vapor, los vagones eran de madera y, además de transportar viajeros, permitían llevar a Madrid rápidamente los productos de la huerta ribereña (fresas y espárragos), de los que tomaría el nombre Tren de la Fresa.
Según cuenta la leyenda, este tren llegaba hasta la misma puerta de la residencia real y, según dicen, sus últimos metros eran de plata.
Actualmente, el Tren de la Fresa entre Madrid y Aranjuez ofrece durante los meses de primavera y otoño servicios los sábados, domingos y festivos. Se recrea el viaje decimonónico con una locomotora de vapor Mikado (aunque ésta es de mediados del siglo XX, de vapor pero de combustible líquido y no de carbón) y vagones de madera, con azafatas vestidas de época que sirven productos típicos de Aranjuez a los viajeros. El precio del billete incluye el viaje en tren hasta Aranjuez, visita a la ciudad, al Palacio Real y alMuseo de Falúas, con todos los desplazamientos incluidos. Es una divertida iniciativa turística ideal para el ocio familiar y para todo tipo de público, que une el viaje en tren en los históricos coches de madera con la riqueza arquitectónica, artística, paisajística, cultural y gastronómica de Aranjuez.
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