jueves, 16 de octubre de 2014

16 Octubre 1902 fallece Jerónimo Suñol, autor entre otras, de la estatua del Monumento de Colón

Jerónimo Suñol (1840-1902) nació en Barcelona, aunque la mayor parte de su carrera como escultor se desarrolla en Madrid.

Era hijo de un carpintero, por lo que desde pequeño estuvo familiarizado con el oficio. Estudió en la Escuela de la Lonja y trabajó en el taller de los Vallmitjana. Sus comienzos fueron difíciles, no recibió ningún tipo de ayuda y tuvo que abrirse camino por sí mismo.

Jerónimo Suñol

Al no lograr ninguna pensión, viajó a Roma por su cuenta. Desde allí envió a la Exposición Nacional de 1864 la estatua de Dante, con la que sólo obtuvo segunda medalla a pesar de haber sido muy elogiada por la crítica y haber causado en Roma verdadera sensación.
El jurado de la exposición se dio cuenta del error y recompensó a Suñol con la primera medalla tres años más tarde, en 1869, por su Himeneo. Le concedieron además una pensión oficial que le permitió alargar su estancia en Roma hasta 1875.


Dante se muestra de forma sobria y elegante. Está meditando, en una pausa de la lectura del libro que porta en la mano izquierda. Aparece sentado e inclinado hacia delante, con la barba apoyada en la mano derecha y el codo en la rodilla. La figura, con un cierto aire clásico, es de gran sencillez tanto en la composición como en las líneas. Como rasgo personal, destaca un suave realismo que proporciona gran expresividad. Himeneo es un joven arrogante y risueño. Se presenta de pie, cargando su peso en la pierna derecha mientras que la pierna izquierda está ligeramente flexionada. Recuerda la postura de los atletas de la antigüedad. Tanto el modelado como las proporciones y la esbeltez del cuerpo guardan una estrecha relación con las estatuas helénicas y renacentistas.


Concluida su pensión en Roma, regresa a Barcelona. Al no conseguir demasiados éxitos, decide establecerse en Madrid. Aquí tampoco le fue fácil al principio, pero cuando es nombrado académico de San Fernando, empieza a recibir numerosos encargos. Se convierte en un artista muy solicitado, ya que domina los diferentes estilos históricos y diversas tipologías. Sus esculturas poseen gran dignidad y fuerza, responden a una concepción sobria y equilibrada.

En estilo neoplateresco ejecutó el sepulcro del general O´Donnell en Madrid, de formas nobles y precisas que encarnan perfectamente el estilo propagandístico y los ideales estético-políticos del momento.

Mausoleo de Leopoldo O´Donell
Entre las estatuas para monumentos públicos, la más famosa es la de Colón en Madrid. Representó al navegante sereno, elevando al cielo su rostro en el momento de divisar tierra. Es una figura severa, de líneas dulces y reposadas, con un realismo sencillo y sincero.


También es suya la del Marqués de Salamanca, el famoso banquero malagueño fundador del barrio de su nombre en Madrid. Está erguido sobre un pedestal, con la cabeza alta y gesto orgulloso e irónico. Vestido con levita, tiene la mano izquierda en el bolsillo del pantalón mientras que en la derecha porta un rollo de papel.


Para la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid elaboró dos apóstoles, San Pedro y San Pablo, que ponen de manifiesto la sencillez, la nobleza sin artificio y la dignidad artística características del estilo de Suñol.

Participó en el concurso para el frontón de la Biblioteca Nacional, aunque no lo ganó a pesar de ser superior al de Querol, que fue quien ganó.


MONUMENTO A CRISTÓBAL COLÓN 1885



La primera propuesta para levantar un monumento al descubridor del Nuevo Mundo, Cristóbal Colón, en la futura plaza de su nombre data de 1862, cuando se aprobó instalar frente a la nueva Casa de la Moneda –diseñada por el arquitecto Francisco Jareño Alarcón e inaugurada el año anterior– una estatua de bronce según un modelo del escultor José Piquer Duart (1806–1871), con un coste total de 140.000 reales de vellón que pronto subió a 800.000 reales, por lo que en 1863 se dio nueva autorización, refrendada al año siguiente por una ley dictada al efecto por Isabel II con la firma de Antonio Cánovas del Castillo, entonces ministro de Gobernación, aunque nada más se hizo al respecto de momento. 

Pero en 1877, para conmemorar la próxima boda de Alfonso XII con la Infanta María de las Mercedes de Orleans, que había de celebrarse el 23 de enero de 1878, los Títulos del Reino retomaron el proyecto abandonado. Con este fin instituyeron una Junta presidida por el conde de Casa–Valencia que convocó un concurso nacional al efecto, resultando ganadora la propuesta del arquitecto madrileño Arturo Mélida Alinari (1849–1902), que se encargó además de trazar y esculpir el impresionante pedestal de estilo neogótico isabelino –de 17 m de altura– en piedra caliza blanca de Fons; mientras que la estatua de Colón, en mármol de Carrara, fue labrada en Roma por el escultor catalán Jerónimo Suñol Pujol (1840–1902). 
Aunque las obras comenzaron en 1881, no se acabaron hasta 1885, estando prevista para el 4 de enero del siguiente año su solemne inauguración, que se anuló por el fallecimiento del Rey, por lo que la entrega oficial a la villa de Madrid se retrasó simbólicamente hasta el 12 de octubre de 1892, para hacerla coincidir con el IV Centenario del Descubrimiento de América. 



El proyecto de Mélida constaba de un gran pedestal situado en el centro de un pequeño estanque, en uno de cuyos frentes €€interpretaba€€ la portada del Hospital de La Latina. Sobre el pedestal se alzaría un alto pilar gótico rematado por la estatua de Colón. Progresivamente, debido al tiempo transcurrido, Arturo Mélida iría insistiendo más en una concepción muy escultórica del monumento, depurando ciertos componentes eclécticos iniciales para anclarlo en un estilo neogótico directamente inspirado en repertorios decorativos propios del periodo de los Reyes Católicos. Sobre Mélida recayó la traza, el diseño y la ejecución material del pedestal definitivo, una impresionante obra de caliza blanca de Fons, y de la verja que lo cercaba.


El coste total ascendió a 215.640’68 ptas –incluida la verja que lo cercaba-, que fueron sufragadas en su mayor parte por los aristócratas promotores, aunque se aprovechó un fondo de 27.933’94 reales –más 2.500 ptas de donativo municipal– depositados en el Banco de España para costear un monumento a la Independencia Nacional proyectado en 1843 por el arquitecto Juan José Sánchez Pescador, que no llegó a realizarse. 


Como curiosidad, hay que decir que en 1894 el propio Suñol modeló una nueva versión en bronce de la estatua madrileña –modificado el rostro y simplificado el vestido– que se instaló frente al monumento a Shakespeare en el Central Park de Nueva York; mientras que en 1891 Arturo Mélida realizó el colosal cenotafio de Colón para la catedral de La Habana –con cuatro reyes de armas que llevan a hombros el féretro del almirante–, que después de la pérdida de Cuba en 1898 se trasladó a la de Sevilla.



Ante el mal estado de conservación de la Casa de la Moneda, en 1969 el Consejo de Ministros acordó la cesión al Ayuntamiento del solar que ésta ocupaba, con el fin de convertirlo en un espacio ajardinado. La cesión se llevó a cabo en abril de 1970 y al mes siguiente se procedió, no sin polémica, al derribo del viejo edificio. Inmediatamente el Ayuntamiento convocó un concurso de ideas encaminadas a la creación de un marco ajardinado conmemorativo del descubrimiento de América, los llamados Jardines del Descubrimiento.


El 27 de junio de 1972 se aprobó el proyecto de reforma de la plaza de Colón diseñado por el arquitecto municipal Manuel Herrero Palacios, construyéndose los nuevos jardines del Descubrimiento en el solar de la antigua Casa de la Moneda, por lo que se desmontó el monumento a Colón para trasladarlo desde el centro de la plaza a su nuevo emplazamiento en la esquina de la calle Jorge Juan con el paseo de la Castellana, centrando una plazoleta circular a 2 m de altura sobre el terreno circundante, parcialmente rodeada por una espectacular cascada de 90 m de longitud que rememora el océano que tuvieron que atravesar los descubridores; aprovechándose la ocasión para realzarlo con un nuevo basamento y prolongar el fuste neogótico original con un nuevo tramo que le proporcionaba mayor esbeltez, y perdiendo sin embargo la estupenda reja diseñada por Mélida.





En junio de 1973 se aprobó el proyecto de Miguel Herrero Palacios. Incluía una estructura inferior subterránea con un aparcamiento, una terminal de autobuses, y el Centro Cultural de la Villa. Al exterior, se dispuso una superficie cuadrada, surcada por paseos, una pérgola, la plantación de distintas especies arbóreas, pequeños estanques y unos enormes bloques de hormigón coloreado con áridos rojos, obra de Joaquín Vaquero Turcios, en los que se narra, mediante relieves y escritura, la historia colombina, desde la llegada de Colón a Castilla hasta su partida de Palos de la Frontera. Dentro de este proceso se decidió también el traslado del Monumento a Colón desde su ubicación original hasta la esquina de la Calle Jorge Juan con el Paseo de la Castellana, añadiéndosele en el traslado un nuevo basamento y un importante tramo de fuste, y perdiéndose la reja diseñada por Mélida. Centraba una pequeña plazoleta sobre el ángulo suroeste de los jardines, sobre un pequeño estanque circular poco profundo, muy próximo a la gran cascada de 90 metros de longitud. La inauguración tuvo lugar el 15 de mayo de 1977, en presencia de los reyes Juan Carlos I y doña Sofía, el presidente del Gobierno Adolfo Suárez, y los alcaldes de Madrid y de diversas ciudades iberoamericanas. 


La actual reubicación del Monumento en la Glorieta de Colón, desplazado desde aquel entonces a los Jardines del Descubrimiento, fue inaugurada el 21 de diciembre de 2009 por el entonces ministro de Política Territorial Manuel Chaves y el Alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, culminando una obra de gran trascendencia con una inversión global de 11,7 millones de euros procedentes del FEIL (Fondo Estatal de Inversión Local). Es una intervención contemplada en el Plan Especial Recoletos €€Prado, diseñado para revertir la degradación que este importantísimo espacio madrileño había experimentado en las décadas previas. Para la materialización del mismo, el Ayuntamiento de Madrid convocó concurso internacional de ideas en octubre de 2000, emitiéndose el fallo el 4 de febrero de 2002, resultando ganadora la propuesta del equipo dirigido por el arquitecto Álvaro Siza. En el año 2008 se determina finalmente que dicho Plan Especial tiene como objeto exclusivamente el ámbito del €€ien de Interés Cultural Recoletos €€Prado€€ El resto de actuaciones propuestas en la zona, fuera del BIC, incluyendo la que afecta a la Glorieta de Colón, se articularon a través de los correspondientes proyectos de obras municipales, cuya ejecución se efectuó en su mayor parte a lo largo del año 2009. 


Por lo que respecta específicamente a Colón, En Junio de 2008, el Ayuntamiento de Madrid contrató un proyecto de €€bras Ordinarias de Urbanización en la Plaza de Colón€€al equipo redactor del Plan Especial Recoletos €€Prado, formado, para esta ocasión por los arquitectos Juan Miguel Hernández León, Carlos de Riaño Lozano y José Miguel Rueda Muñoz de San Pedro, dirigidos por Álvaro Siza Vieira. En sustancia la intervención supuso la recuperación de la configuración original de la Plaza de Colón como glorieta, la eliminación de las Fuentes Océanas y la recolocación del Monumento en su lugar de origen, en el centro de una fuente ornamental elíptica que a su vez constituye el eje de la glorieta. El desmontaje del monumento, la restauración del mismo y su correspondiente reubicación recayó en la empresa J. Quijano Construcciones. 
Como curiosidad, reseñar que el traslado a los Jardines del Descubrimiento había supuesto un cambio en la orientación del monumento, habiéndose procedido en 2009 a recolocarlo tal y como rezaba la memoria €€onumento a Cristóbal Colón erigido en Madrid por iniciativa de los Títulos del Reino€€(Madrid, 1886), corrigiendo los giros de 180º que se le había dado a la base y de 270º a la estatua del navegante. 


Descripción formal



La imagen labrada por Suñol en mármol de Carrara descansa sobre el pedestal de Mélida. De gran tamaño, representa a Cristóbal Colón de cuerpo entero, erguido, con el rostro al frente y la mirada elevada al cielo, reposando el peso del cuerpo sobre la pierna derecha. La composición, estática, y la actitud, hierática y solemne, se dinamizan gracias a la postura de los brazos. Ambos se separan del tronco, proyectando el antebrazo izquierdo para tender la mano, con la palma vuelta hacia arriba, mientras con la diestra sujeta una bandera que lleva labradas en relieve las armas de Castilla. El astil se posa sobre un orbe, cuya superficie, también trabajada en bajorrelieve, representa un globo terráqueo, señalando la base del astil las tierras descubiertas por el almirante. El orbe reposa a su vez sobre una peana a la que se enrosca una larga maroma con un ancla. Todos estos elementos, además de su componente simbólica, tienen una evidente función estructural, contribuyendo a estabilizar la estatua. 



Es una figura de canon esbelto, bien proporcionado, con un correcto estudio anatómico, que representa al descubridor de América conforme a su iconografía c€€anónica €€consagrada por la tradición: un hombre maduro, imberbe, con el cabello largo, peinado en media melena, vestido con amplio sayo de ancha orla en el orillo inferior, ceñido al talle mediante un cinturón de hebilla, calzas y escarpines; y cubierto con pesado manto ribeteado en piel. Sobre el pecho lleva un medallón que pende de una cadena de grandes eslabones. Característico del momento de su ejecución, y de la manera de hacer de Jerónimo Suñol, es el esmero en el trabajo de los detalles, el esfuerzo por recrear con naturalismo no exento de idealización tanto las facciones del rostro, como las calidades de los tejidos y las caídas de los pliegues de vestimentas y bandera, a los que la incidencia de la luz solar aporta un logrado efecto de contraste claroscurista, que contribuye a animar la blanca superficie del mármol creando juegos de luz y sombra. 


Las dimensiones de la figura son 3,30 x 1,80 x 1,30





El pedestal proyectado y esculpido por Mélida es por su composición, dimensiones y decoración, el auténtico protagonista del monumento. Es en sí un templete neogótico de planta cuadrangular, con las esquinas resaltadas y rematadas en chaflán. Descansa sobre un basamento, ligeramente saliente, decorado con una línea de imposta moldurada. En alzado, el templete constituye un volumen en prisma rectangular, vertical, coronado por una techumbre troncopiramidal, ochavada, de pronunciada pendiente, recubierta por losetas imbricadas en forma de escamas, decorada con crochets en los vértices y elaborados frisos de tetralóbulos inscritos en círculos yuxtapuestos. Los ángulos salientes de la base del templete sostienen columnillas entregas, de fuste recorrido por estrías helicoidales, que culminan en capitelillos de cardinas y dados que a su vez sirven de plinto o pedestal a cuatro figuras masculinas, que representan jóvenes pajes o maceros, en distintas poses y actitudes, cobijados por doseletes con abigarrado trabajo de tracería y filigrana. Los doseletes llevan además esbeltos pináculos decorados con crochets y remate de cardinas de perfil bulboso. Dichos pináculos flanquean la cubierta piramidal del templete, y van enlazados por carnosas cresterías vegetales. Las cuatro caras del templete acogen importante decoración historiada. Todas ellas se abren en hornacinas con el extradós adornado por filigrana en bajorrelieve, complementado por composiciones heráldicas en las enjutas: escudetes sobre la clave, las flechas de Fernando de Aragón a la izquierda y el yugo de Isabel de Castilla a la derecha. 




La cúspide de la cubierta piramidal del templete se trunca para alojar un segundo cuerpo de menores dimensiones, tanto en planta como en alzado, compuesto por cuatro esbeltos frentes que sobresalen en cruz. Son doseles o más bien baldaquinos, que apean sobre haces de cuatro columnillas entregas, con sus correspondientes basas y capiteles, sosteniendo arquillos mixtilíneos moldurados, angrelados, tracerías vegetales caladas, y cresterías de cardinas. Cada uno aloja, enmarca o protege una de las caras de un pilar central, en el que se labran sendos escudos con las armas de los reinos de España. Finalmente de este cuerpo arranca el pilar ochavado que culmina el conjunto del pedestal. Dicho pilar ha vuelto a sus proporciones originales, que habían sido alteradas con el añadido de tres tambores hoy suprimidos. Lleva cada una de sus facies caprichosamente decorada con ojivas y baquetones, y lo remata un grueso capitel €€imposta moldurado y recorrido por friso vegetal, sobre el que finalmente descansa la estatua de Cristóbal Colón que corona el monumento. 
Además de todo este preciosista programa decorativo, labrado esencialmente en relieve bajo, con la excepción de los cuatro maceros, es en las cuatro hornacinas del templete donde se aloja la decoración escultórica cuyo programa iconográfico da sentido al monumento. 


Postal escrita y fechada en 1959


Rodea el monumento una fuente ejecutada a lo largo del año 2009, constituyendo el eje de la glorieta que distribuye el tráfico rodado en la confluencia de los paseos de Recoletos y la Castellana con las calles de Génova, Goya y Jorge Juan. Es una sencilla lámina de agua de planta elíptica, con sistema de bombeo y recirculación del agua. El perímetro del estanque se ha resuelto mediante grandes piezas de granito labradas para conformar un gran recinto ovalado en cuyo centro se ha dispuesto un graderío de cuatro escalones, también en granito; los tres inferiores de base circular y el superior, a modo de plinto para la base del pedestal, siguiendo exactamente la planta del mismo. 
Desde ahí, en el centro del estanque, se eleva el monumento trasladado, sirviendo el recinto de protección del mismo. Dispone de iluminación nocturna








MONUMENTO A JOSÉ DE SALAMANCA MAYOL (MARQUÉS DE SALAMANCA) 1902




Esta estatua, consagrada al insigne banquero, diputado liberal y ministro de Hacienda malagueño D. José de Salamanca Mayol, promotor asimismo del propio barrio en que está enclavada, fue erigida por el Ayuntamiento de Madrid dentro del programa ideado por el entonces alcalde, D. Alberto Aguilera, para conmemorar la jura del rey Alfonso XII al cumplir la mayoría de edad el año 1902, junto con las de Agustín Argüelles por el escultor José Martínez Alcoverro, Bravo Murillo por Miguel Ángel Trilles, Francisco de Goya por Mariano Benlliure, Francisco de Quevedo por Agustín Querol, y Lope de Vega por Mateo Inurria; quedando sin ejecutar las proyectadas a los dramaturgos D. Ramón de la Cruz y Leandro Fernández de Moratín, y al arquitecto Ventura Rodríguez. 



Aunque el presupuesto previsto para cada una ascendía a 35.000 ptas –que se aumentarían en 5.000 ptas más si era necesario–, el costo total de ésta que nos ocupa sólo ascendió a 33.000 ptas, repartidas entre las 10.000 ptas que costó el pedestal diseñado por Pablo Aranda Sánchez, arquitecto municipal de la Primera Sección del Ensanche, y las 23.000 ptas de la figura en bronce modelada por el escultor catalán Jerónimo Suñol Pujol (1840–1902) –que falleció ese mismo año, siendo ésta una de sus últimas obras– y fundida en los talleres barceloneses de Masriera y Campins. Una vez terminada, la estatua se colocó en la confluencia de las calles de Velázquez y Lista (hoy Ortega y Gasset), rodeada por una elegante verja protectora de forja y fundición, aunque no llegó a inaugurarse dentro del programa de festejos previsto, siendo descubierta sin solemnidad el 17 de abril de 1903. 


Años más tarde, al completarse la apertura de una plaza circular en la trama homogénea del Ensanche, mediante el derribo parcial de las cuatro manzanas que delimitaban el cruce de la antedicha calle de Lista con la de Príncipe de Vergara, se trasladó el monumento –aunque no la verja que lo circundaba– a los jardinillos de la isleta oriental de la misma, bautizándose este espacio como plaza del Marqués de Salamanca por el título otorgado por la reina Isabel II al homenajeado en 1863.




Sobre una triple grada de granito se levanta un pedestal cilíndrico de piedra blanca de Almorquí, con una clásica división tripartita en zócalo, cuerpo principal y ático de remate, y dividido en cuatro caras mediante sendos aletones angulares rematados en su parte superior por ménsulas: en la frontal, orientada a Occidente, figura el escudo de Madrid –coronado  sobre un fondo de laureles y dividido en tres cuarteles, con el dragón y el oso y el madroño rodeados por siete estrellas de seis puntas en los superiores, y una corona de laurel en el inferior–; en la cara lateral izquierda, orientada al Sur, aparece una elaborada inscripción con el texto MONUMENTO / ERIGIDO / POR EL EXCMO / AYUNTAMIENTO / EN / 1902 grabado sobre una palma incisa; en la trasera, a Oriente, un complicado emblema del trabajo y el comercio formado por un pico y una pala cruzados bajo una rueda dentada coronada por el caduceo de Mercurio –con la fecha 1811, año de nacimiento del homenajeado, grabada sobre una cartela superpuesta–, y rodeado por una nueva corona de laurel sobrepuesta a una hoz y otro instrumento no identificado; y en la izquierda, orientada a Norte, una nueva inscripción con una palma incisa que reza: A / D. JOSE / SALAMANCA / DE / MAYOL. Sobre este rico pedestal descansa la escultura, que con rara naturalidad presenta al joven banquero –vestido de levita de acuerdo con la moda de su época– mirando al frente con la pierna derecha adelantada y un rollo de papeles –aludiendo a sus proyectos– en la mano correspondiente, mientras que la izquierda la tiene metida en el bolsillo del pantalón. En la peana de la escultura puede leerse J. SUÑOL, en el costado derecho, y FUNDICION ARTISTICA / MASRIERA Y CAMPINS / SdAD AMA BARCELONA, en una placa fijada en su opuesto.


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