miércoles, 1 de octubre de 2014

1 Octubre 1212 San Isidro fue exhumado de su sepultura, y expuesto a la veneración de sus fieles

San Isidro

Esposo y padre de familia, patrón de Madrid
y de los agricultores
Madrid, hacia 1080 - Madrid, 15-mayo-1130

  • Un Santo laico y labrador

Recién conquistada la villa de Madrid por Alfonso VI a los musulmanes, nacía en ella Isidro de Merlo y Quintana hacia el año 1080, siendo muy pronto bautizado en la parroquia de San Andrés, poco antes consagrada. Eran aquellos tiempos decisivos y de gran transformación para la Península Ibérica, pues cinco años más tarde, los cristianos reconquistaban Toledo a los árabes y, poco después, en 1090, comenzó la decadencia de la civilización islámica en España. De familia pobre y virtuosa, Isidro fue educado por sus padres en la práctica de las virtudes cristianas, ya que no pudieron enviarle a la escuela. Pero pronto quedó huérfano y, desde muy joven, tuvo que dedicarse, como jornalero, a las labores del campo, cultivando las tierras del hacendado Iván o Juan de Vargas, caballero principal de uno de los más limpios linajes madrileños. Parece ser que, siendo Isidro de carácter retraído, callado, pero devoto y amable con todos, madrugaba más que el sol para ir muy temprano a visitar las iglesias de Madrid y oír misa antes de ir al trabajo, lo que le valió el que los compañeros le acusasen ante su amo de no trabajar con la diligencia debida.




Al ser reconquistado Madrid por los almorávides, Isidro tuvo que huir de allí, como otros muchos cristianos, y lo hizo a Torrelaguna, donde contrajo matrimonio con una campesina sencilla, llamada María Toribia (según la tradición, Santa María de la Cabeza), de la que tuvo un hijo. Isidro allí siguió trabajando para otro terrateniente donde también fue acusado de rezar mucho y trabajar poco, por lo que su amo le exigió un rendimiento mayor que a los demás jornaleros. Pero Isidro lo soportó todo con admirable paciencia y Dios premió su fe y su laboriosidad abundantemente. Más tarde, pudo retornar con su mujer a Madrid, y de nuevo volvió a trabajar para su antiguo amo, el hacendado Juan de Vargas. Frente a los conflictos con otros agricultores, que le acusaban de no trabajar, pues se dedicaba más a la oración que al laboreo, Juan de Vargas se dio cuenta de la profundidad de su virtud y de su fidelidad, por lo que siempre le tuvo en gran estima y le concedió toda su confianza, lo que le granjeó también la envidia de sus propios compañeros.
Así transcurre la vida de Isidro en el agro de Madrid, siendo modelo de fidelidad a sus obligaciones laborales y de virtudes cristianas, como la oración asidua, la caridad para con los pobres, compartiendo con ellos lo poco que tenía, y la devoción a la Eucaristía, que le llevó a fundar una cofradía para dar culto al Santísimo Sacramento. A la hora de su muerte, como buen cristiano, hizo confesión de sus pecados y recomendó a sus familiares y amigos que tuvieran mucho amor a Dios y mucha caridad con el prójimo.



La tradición popular conservó la memoria de su espíritu de oración y de generosidad con los necesitados, tanto que recuerda que lo que ganaba como jornalero lo distribuía en tres partes: una para la Iglesia, otra para los pobres y otra para el sustento de su familia, llegando su generosidad a compartir con los más pobres esta tercera parte que se quedaba para sí. Y la leyenda ha tejido su memoria de una serie de anécdotas y prodigios, que han hecho las delicias de la gente piadosa, como la del ángel que araba mientras San Isidro rezaba, o la de hacer subir las aguas del pozo en que cayó su hijo para poder salvarlo, o la de la marmita que siempre estaba llena, a pesar de distribuir su jugoso contenido una y otra vez a los pobres, o la de llenarse su granero después de haber dado todo su trigo al patrón de Torrelaguna para cumplir con sus exigencias.
La primera Vida que se conoce del santo, es la del diácono de Zamora, Juan Gil, que data de 1275, en la que se relatan muchos milagros relacionados con la vida de San Isidro y otros muchos realizados por él después de su muerte. Este santo madrileño es uno de los santos laicos, no mártires, más antiguos de los que tenemos noticia.
  • El cuerpo incorrupto de San Isidro

San Isidro murió el 15 de mayo de 1130 y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de la parroquia de San Andrés, hasta que en 1170 fue trasladado, incorrupto, a la iglesia de San Andrés, de Madrid, donde había sido bautizado. El 1 de octubre de 1212, su cuerpo fue exhumado y expuesto a la veneración de los fieles en la misma iglesia parroquial, y al año siguiente, 1213, Alfonso VIII, que había vencido a los árabes en las Navas de Tolosa, construyó en la parroquia de San Andrés una capilla para albergar las reliquias de San Isidro. Allí estuvieron hasta 1535, en que, envueltas en ricas telas, fueron trasladadas a la capilla del Obispo, donde permanecieron hasta 1650. En tiempos de Felipe III, rey de España (1578-1621), habiendo caído gravísimamente enfermo, a su regreso de Lisboa, en Casarrubios del Monte (Toledo), le fue llevado el cuerpo de San Isidro hasta su estancia real, y el monarca sanó milagrosamente. Más tarde, en 1769, pasaron los restos del Santo Patrón de Madrid a la colegiata de San Isidro, en cuyo altar mayor reposaron las reliquias del santo, en urna de plata, para la que el artista Manuel Pereira compuso unos bajorrelieves con escenas de su vida. Esta colegiata la erigieron los jesuitas en honor de San Isidro, con motivo de su canonización, siendo construida entre 1626 y 1664, y, desde la erección de la diócesis de Madrid en 1885 hasta la terminación de la construcción de la catedral de la Almudena en 1993, hizo las veces de catedral. Es la actual colegiata de San Isidro, en la calle Toledo de Madrid.


  • San Isidro, Patrono de Madrid y de los agricultores españoles

San Isidro es patrono de Madrid desde el 14 de abril de 1619, día en que el papa Pablo V firmó el decreto de su beatificación. Los madrileños lo festejaron al año siguiente, el 15 de mayo de 1620, estrenando la Plaza Mayor. Posteriormente, Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622, en presencia de 32 cardenales, y junto con San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Felipe Neri.
El Beato Juan XXIII le declaró patrono de los campesinos y labradores españoles y de todos los agricultores católicos del mundo, y la liturgia de las horas recuerda en este día de San Isidro, un sermón de San Agustín en el que decía: «Sembrad, aunque no veáis todavía lo que habéis de recoger. ¿Acaso el labrador, citando siembra, contempla ya la cosecha? El trigo de tantos sudores, guardado en el granero, lo saca y lo siembra. Confía sus granos a la tierra. 'vosotros, ¿no confiáis vuestras obras al que hizo el cielo y la tierra? Fijaos en los que tienen hambre, en los que están desnudos, en los necesitados de todo, en los peregrinos, en los que están presos. Todos éstos serán los que os ayudarán a sembrar vuestras obras en el cielo».


Monumento escultórico San Isidro sobre el Puente de Toledo

San Isidro en el Puente de Toledo
Sobre el arco central del Puente de Toledo, declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento desde 1956, se erigen dos magníficos templetes barrocos que dan cobijo a sendas esculturas de San Isidro Labrador (1080-1130) –patrón de Madrid y de los agricultores– y de su esposa Santa María de la Cabeza. Ambos santos, tan representativos de la historia de la Villa, fueron elegidos para poner bajo su protección esta singular obra civil merced a un acuerdo tomado por la junta municipal en 1722, cuando las obras del puente ya iban por su cuarto año. 

Las estatuas, que se encuentran ubicadas sobre el pretil mirándose directamente, fueron realizadas por el escultor Juan Alonso Villabrille y Ron (1663-1732) por encargo del arquitecto director, Pedro de Ribera (1681-1742), que con este trabajo inició una fructífera serie de intervenciones urbanísticas y realizaciones arquitectónicas, encargadas por el Corregidor de la Corte, el marqués de Vadillo, que le convirtieron en el autor más representativo del barroco madrileño. La imagen de San Isidro representa el episodio más célebre en la vida del personaje, concretamente, el momento en el que tiene lugar el famoso milagro del pozo, cuando el santo salva de morir ahogado a su hijo, el futuro San Illán, haciendo crecer las aguas del pozo al que había caído accidentalmente. 
A lo largo de sus siglos de historia tanto el puente como las esculturas han sufrido un deterioro progresivo, que hizo necesario llevar a cabo numerosas obras de restauración; las primeras tuvieron lugar en el primer tercio del siglo XIX y a ellas les siguieron diversas actuaciones en los años 50-60 y 90 del siglo XX. En 1998 se hicieron moldes y reproducciones de ambas estatuas, conservados en los almacenes municipales.
La escultura, en bulto redondo y a tamaño casi natural, representa el momento culminante del célebre milagro del pozo, exactamente el instante en el que San Illán, el hijo de San Isidro y Santa María de la Cabeza, sale del pozo ayudado por su padre después de que éste hiciera crecer milagrosamente las aguas para evitar que el niño muriera ahogado. La composición, que sigue esquemas barrocos, presenta tanto al santo como a su hijo en un lógico movimiento ascendente, subrayado por hecho de que ambos personajes miran al cielo en señal de gratitud. 

Pese a la erosión sufrida por la obra como consecuencia del paso del tiempo y la debilidad de su material calizo, todavía se aprecian numerosos rasgos de la talla, especialmente visibles en la expresividad un tanto contenida de los rostros y en los detalles de la vestimenta, que destaca por su anacrónico aire dieciochesco.
La obra se encuentra ubicada en el interior de un espléndido templete barroco, realizado en piedra berroqueña, apoyado sobre un ensanchamiento del pretil del puente y con unas dimensiones de 6,50 x 3,60 x 1,80 m. Este excepcional elemento arquitectónico, de rica y diversa ornamentación tallada, constituye, junto a su gemelo situado enfrente, un trabajo que contiene muchos de los rasgos más representativos del estilo barroco madrileño, y en particular del lenguaje arquitectónico de Pedro de Ribera. 

El templete se soporta sobre dos pilares compuestos, con cuatro estípites adosados que rematan en cabezas de niños, de cuya base parten dos aletones en forma de volutas coronadas con jarrones. La cubierta consta de un dosel, flanqueado por dos niños, encima del cual se abre una cartela con el escudo de Felipe V en piedra caliza blanca. Completan el frontón varias volutas, hojarascas y motivos diversos, situados bajo una corona real, que conforman una auténtica filigrana donde arquitectura y escultura se funden, del mismo modo que lo hacen en algunos de los otros elementos ornamentales del puente, como las fuentes y las torrecillas ubicadas en uno de sus extremos.


Colegiata de San Isidro

Fachada principal Colegiata

La iglesia fue proyectada por el jesuita Pedro Sánchez hacia 1620, siguiendo el modelo de la iglesia del Gesú de Roma. Las obras comenzaron en 1622, dedicado el templo a San Francisco Javier. Al morir Pedro Sánchez, se hizo cargo de las obras el Hermano Bautista ayudado por los hermanos Pedro Ferrer, Juan de Haro y Andrés Sánchez. En 1769, tras la expulsión de los jesuitas, la iglesia quedó convertida en colegiata y se dedicó al patrono de Madrid. Fue entonces reformada interiormente por Ventura Rodríguez, que proyectó un nuevo presbiterio y el retablo del altar mayor. Se le concedió la categoría de catedral con carácter provisional al crearse la Diócesis de Madrid-Alcalá en 1885, categoría que perdió en 1992, al ser consagrada la Catedral de la Almudena. Tiene planta de cruz latina, con una sola nave y capillas laterales, el crucero destacado y la cabecera es plana. Las capillas alternan las formas cuadradas y rectangulares y están comunicadas entre si. A los pies se encuentra el atrio flanqueado por las dos torres laterales. El tratamiento del espacio interior es de gran riqueza visual, tanto por la estructura y ritmo de las capillas y tribunas, en las que se combinan vanos adintelados y de medio punto, como por la rica decoración realizada por Ventura Rodríguez en el siglo XVIII y la cúpula encamonada, obra del Hermano Bautista. La fachada principal está situada a los pies de la iglesia y se abre con un pórtico de vano serliano enmarcado por órdenes gigantes de columnas y pilastras corintias entre las que existen ventanas y balcones, que dan a la fachada un cierto aire civil y palaciego. Sobre ella, dos torres de planta cuadrada que no llegaron a terminarse. En 1936 fue incendiada, produciéndose la destrucción casi total de las cubiertas y el derrumbamiento de la cúpula central, siendo reconstruida y restaurada después de la Guerra Civil por Javier Barroso, quien aprovechó para realizar el remate de las inconclusas torres.

Interior Colegiata

Museo de los Orígenes. Casa de San Isidro


El Museo de los Orígenes (Antiguo Museo de San Isidro) ocupa el solar del palacio de los condes de Paredes; ha recibido diferentes denominaciones de acuerdo con sus sucesivos propietarios, aunque se le conoce popularmente como Casa de San Isidro porque según la tradición fue la casa de los Vargas, amos de San Isidro, y en ésta vivió y murió el Santo. El edificio fue construido durante la primera mitad del siglo XVI por la familia de los Lujanes, cuyo escudo puede aún verse en los capiteles del patio. Con el traslado de la corte a Madrid fue destinado a alojar al Nuncio hasta mediados del siglo XVII, por ser uno de los palacios más importantes de la Villa. Desde esta fecha hasta mediados del siglo XIX sus propietarios fueron los condes de Paredes, siendo esta etapa la más activa y relevante en cuanto a la edificación de la capilla dedicada al Santo y sus posteriores reformas. Tras un largo periodo de decadencia y deterioro, el conjunto fue demolido en 1974, y reconstruido, previa excavación arqueológica.
En el nuevo edificio, dotado de las infraestructuras necesarias para acoger los servicios del Museo, han quedado integrados todos los elementos originales conservados: la Capilla de los siglos XVII y XVIII, el Pozo del Milagro y el patio renacentista del siglo XVI.
Los fondos del Museo se componen de importantes piezas de la arqueología madrileña e historia de la ciudad hasta el traslado de la Corte en 1561, por decisión de Felipe II. Destacan en el conjunto las valiosas colecciones procedentes del desaparecido Instituto Arqueológico y del Museo Municipal, que resumen más de cien años de arqueología madrileña.
Iglesia de San Andrés en el Plano de Teixeira de 1656





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