Los agobios financieros que
habían aquejado a la Monarquía Hispánica durante los reinados de los Austrias
en los siglos XVI y XVII se mantuvieron con el cambio de dinastía ya en el
ocaso del Antiguo Régimen. Los sucesivos
gobiernos de los primeros Borbones también tuvieron que aguzar el ingenio a la hora de tratar de
cuadrar las deficitarias cuentas de la Corona.
La imposibilidad de recurrir a la creación de
nuevos impuestos así como el abandono definitivo del empleo de la política monetaria como recurso
fiscal, que había sido muy habitual durante el
siglo XVII, motivó la búsqueda de arbitrios alternativos en tiempos de
necesidad. Tal y como aparece reflejado
en el estudio de Herrero Suárez, durante el reinado de Carlos III, la reanudación de la guerra de los Siete Años en
1762, agravó el desajuste presupuestario y el
recurso de la lotería se presentó como eficaz instrumento de
recaudación. El 30 de septiembre de 1763
se autorizó, por Real Decreto firmado por el Marqués de Esquilache, el
establecimiento de una lotería en Madrid. Este decreto significó la realización
de un proyecto iniciado algún tiempo
atrás. Tenemos constancia de que, al menos desde enero de ese mismo año, se
trataba en el Gobierno, con la venia real, la posibilidad de instaurar un sistema
de lotería siguiendo el modelo napolitano. Un proyecto tan novedoso despertó
una gran expectación y a pesar de que juegos de distinta naturaleza existían
desde antiguo, el pueblo lo acogió con gran alborozo.
Carlos III |
Marqués de Esquilache |
La instauración de la lotería en
España fue, desde su inicio, una decisión fiscal. La Hacienda Pública española,
que tan malos momentos había pasado a lo largo de los siglos XVI y XVII, durante
el gobierno de los Austrias, no atravesó mejores circunstancias con los
Borbones. A pesar de los múltiples intentos de reforma, el sistema fiscal español
de finales del siglo XVIII era prácticamente el mismo que el de los siglos
precedentes y resultaba obsoleto. Durante el siglo XVIII el esquema financiero
del periodo precedente se repitió: a la imposibilidad de hacer frente con los
recursos disponibles a las costosas exigencias de la política exterior le
siguieron un creciente déficit público y angustiosos intentos de encontrar nuevas
vías de financiación. En este contexto fue concebida la lotería. Disfrazada
bajo la apariencia de un juego en el que todos podían participar y obtener
premios, la lotería era en realidad un impuesto encubierto, una renta nueva que
debería aportar nuevos ingresos a las arcas reales.
Una breve descripción de la
situación del sistema fiscal castellano nos permitirá comprender mejor la
situación. Castilla, que era el reino que en mayor medida contribuía al sostenimiento
del Estado, contaba con un sistema impositivo obsoleto que se reducía a la existencia
de una suma de figuras tributarias creadas de forma independiente y nada
sistemática a lo largo de los siglos en función de las necesidades financieras
de cada momento. Las rentas provinciales, las rentas estancadas y las aduanas,
constituían el grueso de la recaudación. En total existían más de cien rentas y
rentillas englobadas en los tres grupos mencionados. Las rentas provinciales
suponían más de quince impuestos diferentes alguno de los cuales se subdividía
hasta llegar a un total de 46 denominaciones. La más importante de estas rentas
era la alcabala, dentro de este grupo estaban también los cientos y los millones.
Después de las rentas provinciales los ingresos más importantes eran los
Estancos o monopolios. Los más importantes eran los del tabaco, la sal, el
papel sellado, los naipes, el plomo, la pólvora, el azogue, el lacre, el bermellón
y el azufre. Por último, las aduanas constituían entre un 25 y un 30 por ciento
de los ingresos, se cobraban tanto de las mercancías exportadas como de las
importadas.
Los intentos de reforma del
ineficiente sistema fiscal se remontan a finales del siglo XVII. Durante el
gobierno de Carlos II se llevaron a cabo diversas medidas orientadas a lograr
un empleo más efectivo de las rentas. En concreto se trataba de conseguir una
mejor administración de las rentas, la reducción del fraude, la moderación de
la deuda pública y el recorte de los gastos que no afectaran al mantenimiento
de los ejércitos. Para ello desde 1668 se produjo un descenso en la presión
tributaria por la suspensión del servicio de Millones en 1668-1689 y posteriormente,
en 1686, el cese de los Millones acrecentados sobre la carne, el vino, el
aceite y el vinagre, así como la reducción de los cuatro unos por ciento a la
mitad. Asimismo se unificó la administración de las rentas ordinarias de la
Corona. En 1683 se creó la Junta de Fraudes y desde 1688 se estableció un
presupuesto fijo para cubrir las necesidades mínimas de la Corona y asegurar a
los asentistas la devolución de sus préstamos.
Con la llegada de Felipe V se
continuó en esta línea de reforma fiscal. Durante su reinado se llevaron a cabo
algunas transformaciones en la administración de la Hacienda que implicaron, desde
1714, mayores atribuciones para el Superintendente General de Hacienda. A pesar
de estas reformas, el aumento progresivo de los gastos del Estado obligaba a la
búsqueda de nuevos ingresos y sobre todo a conseguir una organización más
eficiente de los sistemas fiscales existentes. Además, hay que tener en cuenta
que la posibilidad de reforma se complicaba ya que el sistema tributario del
Antiguo Régimen asentado sobre la base de la exención fiscal de los estamentos
privilegiados.
Marqués de la Ensenada |
El marqués de la Ensenada comenzó, hacia mitad
del siglo XVIII, nuevos intentos de reforma. En 1749 emprendió la elaboración
de un catastro de la riqueza de Castilla que sirviera como base para el
repartimiento. Aunque el catastro se completó la reforma no se llevó a cabo.
Hubo de esperar hasta 1770, fecha en la que se publicaron los decretos para
establecer la contribución única. Dentro de este programa de reforma se incluyó
la creación de la Lotería.
La aprobación del juego de la lotería no fue una
operación sencilla. En la institución del juego, Carlos III se benefició de la
experiencia adquirida durante su etapa de gobierno napolitana, entre los años
de 1734 y 1759. El monarca encomendó al marqués de Esquilache que hiciera venir
de Nápoles al hasta entonces director de la lotto napolitana, don José Peya, el
cual se encargó de poner en marcha la lotería española.
ESTRUCTURA DEL JUEGO DE LA
LOTERIA PRIMITIVA
El juego de la lotería aprobado
en España tenía una estructura bastante compleja. Aunque la actual Lotería
primitiva deba su nombre a esta primera modalidad su estructura no es igual, el
primitivo juego presentaba a todas luces, una mayor complejidad. Para poder
participar en el juego de la lotería el jugador debía realizar tres elecciones.
En primer lugar el jugador debía escoger los números sobre los que deseaba
apostar y a continuación decidir la modalidad de apuesta y la cantidad a
apostar. El jugador tenía que escoger los números a los que deseaba apostar
entre un total de noventa de los que resultaban premiados cinco números. Las
apuestas, según la modalidad, podían ser varías:
Extracto simple: en este caso el
jugador escogía un solo número y obtenía premio en caso de resultar uno de los
cinco extraídos. Extracto determinado: en el caso de que además de escoger un
número se especificara el lugar en el que resultaría extraído. En este caso,
para obtener premio, era necesario acertar tanto el número como su posición.
Ambo: para jugar un ambo se debían escoger dos números sobre los que se
realizaba la apuesta.
Terno: se realizaba la apuesta sobre tres números.
En
Francia también se podía apostar a la quina, sobre cinco números.
La apuesta podía ser también una
combinación de apuestas, es decir, se podían escoger varios números y apostar
todas las combinaciones de ambos y ternos que se pudieran realizar con esos números,
además de apostar a los extractos. Por último el jugador debía decidir la
cantidad que quería apostar en cada modalidad de apuesta realizada.
La cuantía del premio era fija ni
se repartía como se hace actualmente en la lotería primitiva una proporción de
la cantidad recaudada en cada sorteo que se reparte entre los diversos
acertantes. La posible ganancia estaba determinada en función de la cantidad apostada.
Se calculaba a partir de la inversa de la probabilidad (1/p) de acertar en cada
modalidad de apuesta. Por tanto era el jugador, y no el Estado, el que
determinaba la cuantía del posible premio.
Grabado del Siglo XVIII. Sorteo de la Lotería |
La complejidad del juego era tal,
que motivó, como veremos a continuación, la aparición de numerosos tratados
explicativos del juego. Los diversos manuales incluyeron tablas para facilitar
los cálculos tanto del importe del premio para cada tipo de apuesta, como de
las diversas combinaciones de ambos y ternos que se incluían en cada conjunto
de números y el coste correspondiente para cada apuesta. En función de esta
modalidad de juego el riesgo que corría la Hacienda era grande. A causa de las
cábalas que solían circular antes de los sorteos, era frecuente que ser diera
la circunstancia de que la cantidad de apuestas realizadas a un mismo número
fueran elevadas. En el caso de que dicho número resultara ganador el gasto para
la Hacienda podía ser considerable. Para evitar este riesgo se recurría al
“cerrado” de los números sobre los que se habían acumulado las apuestas, lo que
implicaba no aceptar más apuestas sobre ellos y con ello limitar la cantidad
que el Estado gastaría en cada sorteo. Esta operación de control corría a cargo
de los casteletos. En España, a diferencia de otros países europeos, los
casteletos no funcionaron bien. La falta de personal motivaba el que los días
previos a los sorteos se acumularan apuestas en las oficinas de Madrid. Una
posible solución, que no fue tenida en cuenta, hubiera sido la
descentralización del juego pero resultaba incompatible con la reforma fiscal
emprendida. Finalmente, el Estado optó por la supresión de los casteletos, y en
su lugar, como medida de cobertura, se otorgaron premios de menor cuantía que
en otros países europeos, donde los casteletos cubrían este posible riesgo.
En 1811 las Cortes de Cádiz
aprobaron una nueva modalidad de juego, la lotería de billetes, cuyo
funcionamiento era similar al de la Lotería Nacional tal y como la conocemos
ahora. El primer sorteo tuvo lugar el 4 de marzo de 1812. El pueblo bautizó a
esta nueva lotería como Moderna, para diferenciarla de la anterior, o “primitiva”,
como se empezó a llamar. La justificación de este nuevo juego está sometida a
controversia. Unos opinan que los inciertos riesgos que ocasionaba a la Real
Hacienda la lotería primitiva fueron la causa de que su reforma. Con el nuevo
método los riesgos desaparecían, al limitarse los premios a un porcentaje de la
recaudación. Por otra parte otros consideran que su origen fueron las necesidades
fiscales generadas con la guerra de la Independencia. Desde luego su éxito lo garantizó
su sencillez, la lotería moderna resultaba mucho más comprensible para el
público y más fácil de gestionar para el Estado, ya que el sistema de apuestas
era mucho más simple que el de la primitiva. La Moderna tuvo mucho éxito y
terminó por desplazar a la Primitiva que fue definitivamente suprimida en 1862.
El sistema de apuestas de la moderna era mucho más sencillo y quizá por ello
tuvo una mayor acogida popular aunque también levantó críticas por la reducción
de riesgo que suponía para el Estado.
La lotería, no podía ser de otra
manera, generó un creciente interés entre los españoles. Las reacciones fueron
variadas y de muy diversa índole y se reflejaron en la aparición de una curiosa
literatura que apareció después de 1763. Los temas son muy variados,
encontraremos completos manuales en los que se analiza la naturaleza del juego,
obras de dudoso rigor en las que los autores trataron de encontrar y demostrar
métodos fiables para obtener ganancias en este juego o diversas obritas de
teatro cortas que reflejaron el sentir popular en los días de sorteo. Con el tiempo
el interés por la lotería creció y dio lugar incluso a la aparición de prensa
especializada en la lotería.
LA LOTERÍA EN LA LITERATURA
Apenas veinte años después de que
comenzara el juego de la lotería en España encontramos varias obras de teatro
cortas que representan sucesos relacionados con la lotería. Son obras satíricas,
sainetes, narran en clave de humor las expectativas que las personas
depositaban en dicho juego. En general todas se burlan de las previsiones de
ganancia del público y describen la decepción general del día del sorteo, que
consideran “día de pesares, día de rabietas, el de la lotería para el que no
acierta”. Entre estos sainetes señalamos El día de la lotería (primera parte) y
El chasco del sillero (segunda parte de El día de la lotería), ambos anónimos y
publicados en Madrid en 1791 y 1792 respectivamente, que se refieren a los
avatares propios del día del sorteo. Estos sainetes fueron reeditados en
Barcelona en fecha posterior.
En 1841 se publicó en Segovia
otro sainete titulado La lotería del zapatero. Don Esteban de Carbonero,
escrito por Justo Herranz. Esta obra narró un suceso ocurrido en el pueblo de Mozoncillo
de donde era maestro el autor. Se cuenta que un zapatero inventó que había sido
agraciado con un premio grande y mientras lo cobraba pidió prestado a todos los
vecinos con la promesa de que lo devolvería en cuanto obtuviera sus ganancias y
ese mismo día se marchó del pueblo con el botín.
Tanto en el último cuarto del
siglo XIX cómo a comienzos del XX siguieron apareciendo obras de teatro de esta
naturaleza, recogemos a continuación una muestra de los títulos aparecidos. Entre
los años de 1861 y 1874 Eduardo de Escalante publica tres sainetes bilingües
sobre la lotería, titulados respectivamente El deu, Denau y Morante, La casa de
meca y Als lladres. El gorro de dormir, es una pieza cómica en un acto
traducida del italiano por Antonio María Segovia y publicada en Madrid en 1868.
Tomás Luceño y Javier de Burgos
publican en 1884 en Madrid un sainete único titulado ¡Hoy sale, Hoy!. El
chaleco blanco es un episodio cómico y lírico en un acto escrito por Miguel
Ramos Carrión en 1891. Y ya en el siglo XX se publican La suerte de Isabelita,
que es una zarzuela cómica escrita por Gregorio Martínez Sierra y publicada en
Madrid en 1911. En 1921 se publica El remolino, un sainete en un acto de Enrique
García Alvarez y Pedro Muñoz Seca, que narra las aventuras de un señor que
vende participaciones de un número que no compra. Tres años después, en 1924 se
publican La negra, que es un sainete en tres actos escrito por José Fernándes
del Villar y La buena suerte, una comedia de Pedro Muñoz Seca. El sobre verde
es un sainete con gotas de revista en dos actos, escrito por Enrique Paradas y Joaquín
Jiménez que se publica en 1927. En 1934 Antonio Quintero y Pascual Guillén
publican otro sainete titulado El reintegro. En 1944 es el turno de Francisco
Serrano Anguita que publica una comedia en tres actos titulada Todo Madrid.
Finalmente en 1960 Antonio Buero
Vallejo también presta atención a la lotería con la obra Hoy es fiesta. Aparte
del teatro encontramos también referencias a la lotería en diversos relatos
cortos y novelas publicados también entre el final del siglo XIX y principios
del XX. En 1880, en una obra de relatos cortos, Carlos Groizar y Coronado
dedica una mención a la lotería en el relato titulado La lotería, recuerdos en
torno a la Navidad. La novela de Roberto Molina de 1925 titulada Los invisibles
hilos del destino, también se refiere a la lotería. También Camilo José Cela en
su obra Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricosdedicó una referencia
a la lotería. Y Jorge Luís Borges también dedicó un relato a la lotería, titulado
La lotería en Babilonia, que aparece recogido en Ficciones (1944). No sólo en
la literatura en español encontramos referencias a la lotería, el mismo Julio
Verne publicó en 1886 una obra titulada Por un billete de lotería en la que
narra las pasiones desatadas por un billete de lotería para un sorteo
importante que un joven naufrago, al que se supone muerto, envía a su novia a
través de una botella. Y también Graham Greene se refirió a este juego en un
relato de 1964 titulado El billete de lotería.
LA LOTERÍA NACIONAL A PARTIR DEL SIGLO XX
En 1904 se ratifica la
prohibición de concurrir loterías extranjeras y en 1913 se decide poner fin a
las rifas de carácter benéfico que se venían autorizando ocasionalmente. Con
estas medidas, el Estado lograba el poder absoluto sobre el juego de la
Lotería.
Los años siguientes, todo sigue
igual, salvo que se introducen pequeños cambios que afectaban al precio de los
billetes, fechas de los sorteos y número de series y sorteos.
Este aumento en el número de
sorteos, hizo que se celebrase el 11 de Octubre de 1924 el primer sorteo de la
Cruz Roja, siendo Director General de Loterías, don Juan Ródenas.
Y ya en 1927,
con don Arturo Forcat, como Director general del Tesoro, se creó también el
sorteo extraordinario a beneficio de la Ciudad Universitaria, realizándose el
primero de ellos el 17 de Mayo de 1928. Una Ley del 12 de Diciembre del 42 puso
fin al carácter benéfico de este sorteo.
Con el estallido de la Guerra
Civil, España se dividió en dos zonas, y ambas celebraron sorteos de lotería.
Valencia se constituyó en un principio como sede de la lotería republicana ante
el avance de las tropas nacionales a la capital, para trasladarse después a
Barcelona. El primero celebrado en la Ciudad Condal coincidió con el de Navidad
y tuvo lugar el 22 de diciembre de 1937 en el antiguo Café Lyon Dór.
Otras ciudades se sumaron también a la
celebración de sorteos extraordinarios de ámbito restringido con el objeto de
recaudar fondos a beneficio de los combatientes. Así, Zaragoza, Cádiz, Sevilla,
Jerez de la Frontera, Córdoba, Granada, Cáceres, Badajoz, La Coruña, Pontevedra
e incluso Baleares, editaron sus correspondientes billetes con la denominación
de Lotería Patriótica.
El otro bando de la contienda, la
llamada “Zona Nacional”, estableció en Burgos la ciudad donde debían efectuarse
los sorteos, celebrando el primero de ellos el 1 de Abril de 1938 en el Colegio
de los Hermanos Maristas. En este lugar permaneció hasta julio de 1939 fecha en
la que se trasladó nuevamente a Madrid.
Cabe reseñar que en el primer
sorteo celebrado el 1 de Agosto de ese mismo año en la capital de España, una
vez acabada la guerra, aún figuraba Burgos como lugar de celebración, debido a
que los billetes habían sido impresos con anterioridad por una empresa
particular de Bilbao, no figurando Madrid hasta el sorteo del 1 de Septiembre de
1939 y hubo que esperar hasta el 1 de febrero de 1940 para poner a la venta los
décimos con el pie de imprenta de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.
En los años siguientes se
sucedieron cambios y variaciones tanto en las fechas de sorteos, como en los
precios y número de emisiones. Conviene resaltar algunas fechas como la del 5
de enero de 1941, día en que este sorteo pasa a denominarse como “Sorteo del
Niño” o la del 5 febrero de 1945, en la que se estableció la novedad de premiar
con un premio menor a todos aquellos números que coincidiesen sus dos últimas
cifras con la del primer premio.
Ya en 1958 y debido al auge que
experimentó nuestra lotería nacional, España asiste al II Congreso
Internacional de Loterías de Estado y dos años más tarde, coincidiendo con la
impresión de billetes dedicados a la mujer, este Organismo designa a nuestro
país como sede del IV Congreso y nos otorga la Presidencia de la Asociación
Internacional de Loterías.
En 1962 se celebra una Exposición
Internacional de Lotería, conmemorativa del II centenario de la Lotería
Española y un año más tarde se inaugura la hasta hace poco, sede de la Lotería
Nacional en la calle de Guzmán El Bueno, pero no será en este edificio de la
capital madrileña, sino en Cádiz donde se llegue a celebrar el 4 de Marzo de
1969, el sorteo número 5.000.
Es en la década de los 70 cuando
nuestra lotería comienza su gran transformación, informatizando los servicios e
introduciendo la numeración magnética y nuevas técnicas en el proceso de
distribución de billetes. El número de sorteos se incrementa hasta alcanzar los
50 por año, y en 1979 un Real Decreto fija en 3 meses la caducidad para el
cobro de los premios que hasta entonces había sido de 6 meses. Esta disposición
entra en vigor el 1 de Enero de 1980.
Desde entonces, la lotería
nacional ha ido homenajeando al mundo de la Cultura, la Prensa o el Teatro y
conmemorando la celebración de importantes actos internacionales, como el
mundial de España del 82 o el V Centenario del Descubrimiento de América.
También cabe reseñar la celebración el 8 de Octubre de 1988 del Primer Sorteo
Europeo en el Teatro Real de Madrid, en el que tomaron parte, junto a España,
las loterías estatales de Bélgica, Francia, Luxemburgo, Portugal, Suecia, Suiza
y Turquía.
En la década de los 90 se continúa
con la celebración de Sorteos Extraordinarios como el que tuvo lugar en la
ciudad de Querétaro (México) dedicado al mundo Iberoamericano o los celebrados
en 1991 para presentar a Madrid como Capital Europea de la Cultura.
Es en julio de este mismo año
cuando la Lotería Nacional inicia una nueva etapa en lo que a modalidad de
sorteos se refiere, ya que apuesta por introducir un sorteo que se había de
celebrar quincenalmente, tras finalizar la extracción de premios de la Lotería
Nacional y que paso a denominarse como “Sorteo del Zodiaco”, cuya peculiaridad
destaca por sustituir las cifras tradicionales de las series por los doce
signos zodiacales. Otra de sus características radicaba en que los décimos eran
más económicos y así se permitía la participación de aquellos con menor poder
adquisitivo. En julio del 93, este sorteo modifico su estructura de premios
pero mantuvo su precio y pasó a recibir el nombre de “Zodiaco Millonario”, el
cual a su vez fue sustituido, el 3 de Febrero de 1994, por otra nueva modalidad
de juego cuya celebración tendría lugar todos los jueves del año, por lo que
acabó recibiendo el nombre de "Sorteo del Jueves".
Pero si hubiese que incidir en un
año de esta década, sin duda habría que referirse a 1992. Un año repleto de
acontecimientos en los que nuestra Lotería no quiso pasar inadvertida,
celebrando el 9 de Mayo en el recinto de la Expo-92 de Sevilla el I Sorteo
Extraordinario Universal en el que participaron países de cuatro continentes.
Con el cambio de milenio el
sistema de los sorteos sigue en su línea y la ilustración de sus décimos
continua ofreciendo temas monográficos concretos año tras año, sin menoscabo de
introducir y divulgar aquellos eventos, conmemoraciones, aniversarios o
efemérides que por su interés general merezca la pena reseñar, como los
dedicados a la Asociación Española contra el cáncer, Sorteos Europeos, la Cruz
Roja Española, Olimpiadas, Campeonatos o tantos otros que sería demasiado largo
para enumerarlos a todos.
Para concluir, se puede afirmar tal y como predijo Laureano
Figuerola, Ministro de Hacienda en 1870, que la lotería ha perdurado en el tiempo hasta
llegar a nuestros días; con el resultado de conseguir reavivar la ilusión y
esperanza en algunos, ser una importante fuente de ingresos para el
sostenimiento del Estado, incrementar el bienestar en los que han tenido la
fortuna de verse agraciados con sus premios y satisfacer a todos los que se
dedican a coleccionar sus décimos.