martes, 29 de marzo de 2016

29 Marzo 1803 se crea el Real Museo Militar

El siglo XIX va ser el Siglo de Oro de los museos. La efectiva creación del Real Museo Militar tiene lugar en virtud de la Real Orden de 29 de marzo de 1803, en la que se mandaba fuera costeado por los fondos del ramo de Artillería, a cargo de cuyo Cuerpo debía quedar el nuevo establecimiento.

Era entonces Generalísimo de los Ejércitos y Jefe Superior del Real Cuerpo de Artillería el Príncipe de la Paz y Jefe de Estado Mayor de Artillería, El General don José Navarro Sangrán.

Retrato de Joaquín Navarro Sangrán, por José Aparicio e Inglada. Hacia 1815

Esta fecha de implantación del Museo está a caballo entre la del Louvre que fue diez años antes y la del Prado, dieciséis años después.

Los primeros fondos del Museo son los reunidos en el arsenal creado en 1756 y la colección de modelos de fortificación y de artillería del Marqués de Montalembert, que por RO. de 31 de marzo de 1803, se compraron a la viuda. A la vez se comienza a reunir modelos, armas, planos, memorias y objetos propios de museo, existentes en maestranzas, fábricas, almacenes, archivos y otras dependencias de Artillería e Ingenieros.

Marqués de Montalembert

Se proyecta además una Biblioteca Militar con libros, dibujos y documentos relativos al arte militar, y con especialidad a los de Artillería e Ingenieros. Además, los Jefes Superiores de Artillería e Ingenieros se dirigen al Ministro de Estado el 12 de agosto de 1803 en solicitud de que «se trasladasen al Museo Militar todos los modelos de plazas y máquinas militares que existieran en el palacio del Buen Retiro, así como los demás de esta especie que estaban a cargo de D. Agustín Betancourt». La primera parte —fondos del Buen Retiro— se cumplió, pero en cuanto a la segunda no se accedió.


EL MUSEO EN EL PALACIO DE MONTELEÓN

El Museo se instaló en el Palacio de Monteleón. Este Palacio había sido propiedad de los Marqueses del Valle de Terranova, títulos concedidos por el emperador a Hernán Cortés, de quién eran descendientes los propietarios.

Databa su edificación de principios del XVI y era uno de los mejores de Madrid, con una gran capacidad y un interior espléndidamente amueblado, pues había servido de alojamiento al Rey Carlos II, tenía una inmensa huerta y unos espléndidos jardines; allí se hallaba con el Museo, el Parque de Artillería y un Depósito de Intendencia con el menaje de los guardias de plaza.

Panorámica del cuartel de Monteleón y alrededores en la fecha de su derribo, 1868

El Museo se inaugura en 1805 y fue su primer director el Teniente Coronel del Ejército, Capitán de Artillería, don Joaquín Navarro Sangrán, Conde de Casa Sarriá.

Se había tardado dos años en organizar el museo hasta su apertura. Ayudado Navarro eficazmente por el Capitán de Ingenieros don Juan Ordovás, consigue instalar un taller de construcción de modelos a los que señala escalas para edificios o para otros efectos, que se van añadiendo a la citada colección de Montalembert, por la que se pagó la elevada cantidad de cien mil pesetas.

Navarro Sangrán quiso trasladar al Museo las viejas banderas de los cuerpos disueltos, la mayoría de los antiguos Tercios, que se guardaban en un edificio contiguo a la iglesia de Atocha. Parece que el Cuerpo de Inválidos, a cuyo cargo estaban aquellas gloriosas reliquias, apoyado por el clero, se opuso a la entrega y ni el propio Godoy consiguió convencerlos.

Plaza del 2 de mayo con los restos del Parque de Artillería de Monteleón y las estatuas a Daoiz y Velarde

Estas banderas se perdieron cuando la caballería de Murat se alojó en aquel recinto: los soldados franceses recogieron sus banderas y con los demás hicieron sudaderas para sus caballos.

El primer inventario del Museo es precisamente de 1805. Lo realizó el Capitán de Artillería D. Alejandro Rivacoba, quien, en palabras de Navarro era «un mozo de juicio, laborioso y a propósito para el encargo».

Ocurren los acontecimientos de 1808. El pueblo de Madrid se opone por la violencia a la salida de la familia real en la Plaza de la Armería. Las gentes acuden al Parque en demanda de armas. Los Capitanes de Artillería Daoiz y Velarde, quienes ya habían emprendido el camino del honor, secundados por el Caballero Cadete Afán de Rivera, de trece años, comienzan a repartir fusiles, con los que el pueblo de Madrid, enardecido, acude a la Plaza de Oriente y a la Puerta del Sol.


Aparecen los franceses ante la puerta del Parque formados en columna. Los artilleros sacan a la calle una pieza y rompen fuego desde el arco de entrada del edificio, mientras desde las ventanas de las oficinas y del Museo, paisanos y soldados disparan sobre los enemigos. Una añagaza de los franceses, que enarbolan bandera blanca, hace cesar el fuego y penetran en el edificio.

Los artilleros mueren junto a sus piezas «al pie del cañón». Los franceses pasan a cuchillo a los defensores incluido el personal del Museo. Los locales fueron deshechos y saqueados. Con la ocupación francesa del Palacio de Monteleón se había perdido gran parte de los recuerdos, armas y modelos existentes en el Real Museo Militar.

Durante la época del gobierno de los franceses, al evacuar el Colegio de Artillería de Segovia, se traen al Museo libros, instrumentos y efectos del Alcázar.

En agosto de 1812, Wellington pone sitio al Retiro, capitulando los franceses. Se trata entonces de rehabilitar el Museo, se elabora un inventario de los materiales artilleros y un índice de las bibliotecas. Pero regresan los franceses el 3 de noviembre. Antes de su evacuación definitiva el 28 de mayo de 1813, destruyen y no dejan del Palacio del Buen Retiro más que los restos actuales.


EL MUSEO EN EL PALACIO DE BUENAVISTA

El palacio de Buenavista había sido mandado construir en el siglo XVIII, por la célebre Duquesa de Alba, doña María del Pilar de Silva y su esposo el Marqués de Villafranca, que no llegaron a verlo concluido ni a habitarlo.

La villa de Madrid compró este palacio en 1805 para regalárselo a Godoy, que tampoco lo llegó a ocupar. Era un edificio suntuoso y su hermoso jardín era célebre, como dice Mesonero Romanos, en aquel entonces. Tirso de Molina sitúa aquí una comedia entera con el nombre de «la Huerta de Juan Fernández».

El Palacio de Buenavista, en un grabado de 1880

Al caer Godoy había sido objeto de saqueos y destrucciones. Elegido el palacio, lo aprobó el Ministro de la Guerra y el 30 de Abril de 1816, un Oficial de Cuenta y Razón de Artillería se hizo cargo de las llaves entregadas por la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Empezó la rehabilitación el 9 de junio de 1816, a la vez que la mudanza empleando artilleros francos de servicio y mediante píanos inclinados se subían los objetos, ya que no existía la escalera.

El Regente del Reino, Espartero, en Órdenes de 17 y 19 de julio de 1841 dispone que «inmediatamente, sin pérdida de tiempo» saliese el Museo de Artillería del Palacio de Buenavista. Otras Órdenes, de 21 de julio y 10 de agosto acuerdan el traslado al Palacio del Buen Retiro, al local que dejaba libre el Real Gabinete Topográfico que se mudaba al inmediato edificio llamado Casón, ambos edificios del Real Patrimonio. El Museo había permanecido 25 años en el Palacio de Buenavista.


EL MUSEO EN EL SALÓN DE REINOS

El Conde Duque de Olivares se propuso crear en la huerta de los Jerónimos un palacio a modo de las villas suburbanas y esta construcción comienza en 1630 y es ampliada en 1632-1633 convirtiéndose en un palacio de proporciones grandiosas, aunque con la característica sobriedad de las construcciones de los Austrias. De todo el palacio, una estancia se destaca como excepcional: el Salón de Reinos, como dice Elliot, «adornado con un magnifico ciclo pictórico para proclamar el poder y la gloria de Felipe TV y los triunfos militares».



El 23 de octubre de 1841 se abrieron las exposiciones públicas. El Director D. León Gil del Palacio, de la talla de Navarro, se dedicó a adquirir fondos de establecimientos del Estado y de casas de la grandeza: armas, recuerdos, banderas, etc. Citaremos sólo las grandes recámaras de Baza, la bombarda de Tudela llamada Tiro del Puente, cañones forjados, esmeriles, trabucos y espingardas, arcabuces, piezas de armadura, modelos de artillería de bronce.

Intercambia con la Biblioteca Nacional la biblioteca de Godoy (5.045 volúmenes) por armas y objetos, entre éstos «la primorosa plaza de armas de bronce con figuras de plata esmaltada que había pertenecido a Carlos IV por regalo del Emperador de Austria». Adquiere el estandarte y tienda que el Emperador llevó a Túnez, los tapices de la Santa Hermandad de Toledo, la bandera de Hernán Cortés, la espada de Aliatar, Alcaide de Loja, una pieza de montaña perdida por los ingleses en el asalto de Santa Cruz de Tenerife, etc., etc.

En 1842 se inicia la Colección de banderas. Una Orden de 17 de octubre de 1843 ordena ingresar en el Museo los que dejasen los Cuerpos al adoptar la española. Se trata de la Orden que decreta que todas las banderas y Cuerpos del Ejército sean iguales a la Bandera de guerra con los colores rojo y amarillo.

Puerta principal del Salón de Reinos

En 1849 se publica el catálogo del museo de Artillería. Lo realiza el citado Director León Gil del Palacio, contabiliza 900 artículos muchos comprensivos de varios otros. Se recibe la visita de la Reina Madre, María Cristina. En octubre de este año, toma a su cargo la dirección del Museo, otro brillante Director, el coronel don Santiago Piñeiro.

Solo en 1850, como se puede apreciar en el Memorial de Artillería, ingresan 540 fondos. Entre ellos se puede citar un escudo de la hueste de Hernán Cortés de 1524. Una culebrina que empleó Hernán Cortés en la fortificación de Segura de la Frontera en 151 9, fondos remitidos desde Méjico por el Conde de la Cortina, la espada de Suero de Quiñones que le regaló Juan II en 1434, un montante de Sancho Dávila con escenas de la batalla de San Quintín, etc.

En 1929, se plantea ya la idea de organizar un nuevo museo reuniendo todos los museos militares existentes, aunque nunca llegó a materializarse. Habrá que esperar a la II República, cuando se crea el Museo Histórico Militar, en 1932, incluyendo secciones para las cuatro armas y los cuerpos de Intendencia y Sanidad Militar. Tras la guerra civil española, el Museo adquirió la estructura y organización que se mantuvo vigente en el Salón de Reinos hasta su reciente traslado.


EL MUSEO EN EL ALCÁZAR DE TOLEDO


El Alcázar se levanta en una de las colinas de Toledo. El edificio es símbolo de la ciudad y testigo de algunos de los acontecimientos más destacados de la Historia de España. El Alcázar ha sobrevivido a distintos avatares, entre ellos tres incendios y un largo asedio, envites que lo dejarían mermado y maltrecho.

Con la llegada de los visigodos, la ciudad de Toledo se convierte en la capital de la monarquía y el Alcázar en residencia regia. Tras la conquista de la ciudad por el rey Alfonso VI (1085), la fortaleza seguirá albergando tras sus muros a muchos de los personajes claves de la Edad Media española: Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio con su escuela de traductores, etc. Evidentemente todos ellos dejarán su impronta en el edificio, unos ampliándolo, otros adecuándolo a las nuevas necesidades.

Museo del Ejército en el Alcázar

Pero sin duda alguna el mayor esplendor del Alcázar se da en la época del emperador Carlos I. Ilustres e importantes arquitectos trabajaron en este histórico edificio: Francisco de Villalpando, Juan de Herrera, así como Alonso de Covarrubias, que construyó la fachada norte, y Herrera, que levantó la fachada sur. Es en esta época cuando se construye el equilibrado patio interior con columnas dóricas y corintias.

Aun cuando Felipe II decide trasladar la corte a Madrid, el Alcázar continuó siendo residencia regia, ya que al monarca y a su esposa Isabel de Valois les agradaba alojarse en él. De esta época es la soberbia escalera principal, que nace en el patio interior y que el rey manda construir.

Tras la muerte del último rey de la dinastía de los Austrias, Carlos II, en España se desata la guerra de Sucesión, y una de sus consecuencias será el incendio del Alcázar por parte de las tropas austriacas y portuguesas. Con la llegada de la dinastía de los Borbones al trono de España, Felipe V, intenta restaurar el Alcázar, pero la Hacienda Pública no pudo hacer frente al proyecto. En este estado de ruina permaneció el edificio hasta que en 1773 Carlos III autoriza al cardenal arzobispo de Toledo, Francisco Antonio de Lorenzana, a instalar la fábrica de sedas y telares, cuyas obras de remodelación y adaptación fueron dirigidas por Ventura Rodríguez.

Colecciones del Museo del Ejército

En 1810, durante la Guerra de la Independencia, el Alcázar es nuevamente incendiado durante la retirada de las tropas napoleónicas. Apenas quedaron en pie las fachadas, la arquería y la escalera principal.

Años después, se establece la Academia de Infantería (1875), y la Academia General Militar (1882). De nuevo otro incendio afectó al edificio en 1887. Sus consecuencias serán terribles ya que se perdieron multitud de obras de arte y riquezas artísticas, aunque el edificio fue de nuevo reconstruido. Durante la Guerra Civil, el Alcázar soportó un constante asedio durante 70 días que tuvo como resultado una nueva destrucción.

Actualmente y desde 2010 el Museo del Ejército tiene su sede en el Alcázar de Toledo, lo que ha implicado no sólo un cambio geográfico, sino la reestructuración del concepto expositivo y el planteamiento museográfico, acordes con las tendencias más en boga.


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